abril
11, 2014 de ferrem
Blog personal de Manuel Ferrer Muñoz
Así titula Enrique Serbeto un reciente artículo sobre el inefable Teodoro
Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial, cuyas últimas peripecias en Madrid y
en Bruselas forman parte de sus patéticos esfuerzos por obtener una mínima
respetabilidad internacional. Y, sin embargo, Obiang sí tiene protectores,
aunque nos pese.
Teodoro Obiang disfruta ahora — ¡desde hace treinta y cinco años!— del
control absoluto del país y de las riquezas del petróleo que produce, aunque
sólo con dificultad logra ser admitido en los círculos diplomáticos.
Pero sí hay ocasionales gestos de complicidad de algunos Gobiernos –entre
ellos, el de España-, como el que ha denunciado con valentía Juan Ramón
Aranzadi, profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, en una
carta abierta al Rector de esa institución.
En esa misiva expresa “la perplejidad y la desolación que me ha suscitado
la sorprendente noticia de que el Centro Asociado de la UNED en Bruselas ha
invitado a Teodoro Obiang Nguema a impartir una conferencia en la sede que
comparte en la capital belga y europea con el Instituto Cervantes”.
La denuncia de Aranzadi de poco sirvió. Y Obiang no sólo estuvo en el
Cervantes, sino que asistió antes al funeral de Estado por el expresidente de
Gobierno Adolfo Suárez, fallecido el pasado 23 de marzo.
Y, sin embargo, importa mucho difundir el mensaje digno y valiente de
Aranzadi, avergonzado por esos gestos amistosos dispensados a quien ha
tiranizado de una manera brutal a todo un pueblo durante más de tres décadas.
El recuerdo de las recepciones que mandatarios europeos dispensaron en su
momento a Muamar al Gadafi debería haber impedido que se tropiece dos veces en
la misma piedra (¿cuántos más tropezones habremos de soportar?). Ya se sabe:
poderoso caballero es don Dinero.
Les dejo con la carta de Juan Ramón Aranzadi al Rector de la UNED.
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Le supongo conocedor de al menos una pequeña parte de la abundante
documentación y bibliografía internacional que ofrecen un abrumador testimonio
de que Teodoro Obiang Nguema, además de cómplice directo y ejecutor de una gran
parte de los abominables crímenes por los que él mismo ejecutó –tras
derrocarle- a su tío y anterior dictador, Macías Nguema, es uno de los tiranos
del mundo con más intenso y dilatado historial de corrupción económica y
sistemática violación de los Derechos Humanos.
Como usted sin duda conoce, son innumerables los informes de organismos
internacionales de toda fiabilidad que acreditan año tras año, desde 1979 hasta
hoy, que, al mismo tiempo que Obiang se ha convertido en uno de los hombres más
ricos del mundo al apropiarse personalmente de la inmensa riqueza ‘nacional’
derivada de la explotación del petróleo, el país que domina y la población a la
que somete ofrecen en todas las estadísticas internacionales los más altos
índices de corrupción y los más bajos índices de educación, sanidad y nivel de
vida de la población.
Por todo ello, no logro adivinar ninguna justificación posible o excusa
válida para que la UNED le ofrezca desinteresadamente a Obiang la oportunidad
publicitaria de maquillar y ‘legitimar’ su siniestra figura que supondrá sin
duda, si llega a celebrarse, su conferencia en Bruselas. Conozco bien las
dificultades financieras que para la permanencia de la UNED en Guinea están
suponiendo los brutales recortes económicos en los presupuestos de la
Cooperación Española y supongo que habrá quien piense que el dinero de Obiang
es tan bueno como cualquier otro para ‘salvar’ la encomiable tarea educativa
que la UNED realiza allí, pero no creo ser el único en pensar, entre los
interesados por esa ‘salvación’ por uno u otro motivo, que no se debe pagar
cualquier precio por ello: no se debe, por ejemplo, contribuir al maquillaje
democrático y la legitimación internacional de un dictador corrupto.
Le ruego, por tanto, que reconsidere su desafortunada decisión (o la
decisión de alguno de sus subordinados, si ése es el caso) y suspenda la
anunciada conferencia de Obiang en el Centro de la UNED en Bruselas,
ahorrándonos así al personal docente y administrativo de la UNED la vergüenza
irreparable que supondría su celebración.