La justicia estadounidense obliga al vicepresidente
guineano a vender parte de sus propiedades para evitar un proceso por
corrupciónx
No hay tarjeta más infausta ni corrupción más dañina que una dictadura
personal. Menos mal que hay países que saben tratar con dictadores. Viene esto
a cuento del caso del pueblo de los EE UU (representado por Jennifer Shasky,
directora de la sección de Lavado de Dinero del Departamento de Justicia)
contra Teodorín Nguema Obiang, vicepresidente de Guinea Ecuatorial e hijo
favorito del dictador guineano. Sin florituras: Shasky y su equipo han obligado
a Teodorín a que venda sus principales propiedades en EE UU a cambio de retirar
las acusaciones (supuestamente bien fundadas, dado que el vicepresidente y
heredero ha aceptado el trato) de corrupción y blanqueo de capitales. Un hombre
de provecho, Teodorín. Venderá una casa en Malibú (campo de golf, piscina, campo
de tenis, seis habitaciones y ocho cuartos de baño, un poco más pequeña que el
palacio de Buckingham), un Ferrari y los recuerdos de Michael Jackson pagados a
precio de oro. El dinero de la venta (unos 30 millones de euros) se entregará a
varias ONG que lo repartirán entre las personas más pobres de Guinea. Parte del
dinero saqueado volverá a los expoliados.
Y cómo ha conseguido Teodorín tan lustrosas propiedades, una parte mínima
de las riquezas que acumula? Pues según la justicia norteamericana, mediante el
pillaje y el cobro de comisiones ilegales percibidas gracias a la explotación
intensiva de bosques guineanos mientras fue ministro de Agricultura y Bosques.
Francia también se ha propuesto desmontar al heredero de Obiang. Los jueces
Loire y Grouman han embargado dos mansiones en Washington (este hombre es un
boom inmobiliario en sí mismo) para sufragar los gastos de la causa abierta
contra él por blanqueo y corrupción
De tales antecedentes se desprende que Teodorín posee un perfil peculiar.
Adora las propiedades inmobiliarias (como buen patriota guineano, las adquiere
en EE UU) y adora a Michael Jackson (de la venta obligada por la justicia
estadounidense ha conseguido salvar un guante de cristal Swarowski de su
ídolo). Este hombre, codicioso sin audacia, es el futuro que le espera a
Guinea, un país saqueado para saciar la megalomanía de un freakie.