La
pare I- de "Otro fallido intento de los hombres de la tribu gorila de
difamar a Ngôlôkôdî", terminamos diciendo que exaltado “Okoguo Ndegue”,
rápidamente pidió que fuese inmediatamente detenido el maldito Ngôlôkôdî y
ejecutado públicamente. Algunas personas trataron de conocer lo sucedido, pero
el odio de “Okoguo Ndegue” hacia Ngôlôkôdî lo cegaba haciendo que se
negase a conceder la presunción de inocencia a Ngôlôkôdî, para que este diera
cualquier tipo de explicación que arrojase luz sobre el asunto. “Okoguo
Ndegue” sólo pedía apresurado una y otra vez, que los Pueblos finiquitaran de
una maldita vez y por todas con la vida de Ngôlôkôdî.
Pues
bien, durante varias semanas, “Okoguo Ndegue” quien trabajaba para el
gobierno dictatorial, promovió mucho revuelo tratando de criminalizar a
Ngôlôkôdî, por una supuesta deuda declarada por la extranjera. Viendo que las
reacciones populares no se ajustaban ni seguían la dirección que hubo trazado
para los hechos, desesperado convocó a mucha gente de su tribu en la “Plaza de
la Libertad”; pero la multitud que acudió a la cita estaba compuesta por gente
de todas las tribus del país. A la cita apareció “Okoguo Ndegue”
acompañado de una mujer extranjera de la raza menanga y ésta exigió la
inmediata ejecución de Ngôlôkôdî antes de acusarle de nada. No encontrando
los asistentes ninguna acusación clara que se vertiese contra Ngôlôkôdî,
además de estar muy sorprendida la multitud por la actitud de “Okoguo Ndegue”,
que, sin conocer a "Modjowi" la mujer de la tribu menanga, ni
tener información ni pruebas irrefutables de cuanto manifestada, apoyó sin
fisuras todas las acusaciones vertidas contra Ngôlôkôdî, comenzaron a
proliferar murmullos en la multitud. Entonces, una voz muy crujida dañada
por el exceso consumo de tabaco; la de Modjowi la mujer de la tribu menanga
gritó:
- Ngôlôkôdî me debe dinero!- procamó interrumpiendo el murmullo de la multitud y un silencio sepulcral precedió a las palabras de Modjowi, mientras casi asustados los concentrados se miraban atónitos por la vergüenza que causaba la actitud de la mujer, puesto que tampoco se entendía que por una supuesta deuda, Modjowi la mujer de la tribu menanga hubiese obtenido directamente de “Okoguo Ndegue” ayuda incondicional para ejecutar a Ngôlôkôdî; lo que originó una duda bien fundada en los presentes que no creyeron las acusaciones de la mujer y encontraron muy sospechoso el apoyo de “Okoguo Ndegue”. Seguido, comenzaron a sucederse manifestaciones populares de apoyo a Ngôlôkôdî.
- Ngôlôkôdî me debe dinero!- procamó interrumpiendo el murmullo de la multitud y un silencio sepulcral precedió a las palabras de Modjowi, mientras casi asustados los concentrados se miraban atónitos por la vergüenza que causaba la actitud de la mujer, puesto que tampoco se entendía que por una supuesta deuda, Modjowi la mujer de la tribu menanga hubiese obtenido directamente de “Okoguo Ndegue” ayuda incondicional para ejecutar a Ngôlôkôdî; lo que originó una duda bien fundada en los presentes que no creyeron las acusaciones de la mujer y encontraron muy sospechoso el apoyo de “Okoguo Ndegue”. Seguido, comenzaron a sucederse manifestaciones populares de apoyo a Ngôlôkôdî.
- ¡RESPETO
A LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA PARA NGÔLÔKÔDÎ! - gritaron unos, mientras
otros, moviendo sus cabezas de izquierda a derecha, manifestaban indignación y
comentaban:-¡Menuda pinta la de Modjowi, tan destartalada, parece haber
escapado de las garras de un León o, de estar absolutamente loca!
Presionado
por las manifestaciones de apoyo popular hacia Ngôlôkôdî, “Okoguo Ndegue”
disolvió el encuentro y convocó para el día siguiente y en secreto, otra
reunión sólo para las personas de la tribu de los hombres gorila en el Palacio
de la palabra, para darles información detallada sobre el asunto, también
convocó a las cadenas de Radio y TV al servicio de la tiranía que con mano de
hierro había usurpado la soberanía de la Nación, para transmitir por todos los
medios el proceso mediante el cual iba ser difamado, desprestigiado y ejecutado
el incómodo Ngôlôkôdî. Sin embargo, allá de nuevo acudieron y se reunieron
todas las tribus.
Los
reporteros de TV andaban de arriba para bajo tomando posiciones desde las
cuales obtener mejores imágenes y todo parecía el inicio de un gran proceso por
genocidio o crímenes contra la humanidad.
Una
vez todos allá sentados y atentos, el malicioso “Okoguo Ndegue” ordenó
cerrar las puertas. Hasta ellas se acercó uno de los hombres de su confianza y
al tratar de cerrar las pesadas puertas del recinto, un fuerte crujido ensordecedor y
molesto obligó a todos los presentes que de espaldas a ellas estaban, a
que girasen violentamente sus cabezas y dirigiesen sus miradas hacia la puerta
del hemiciclo. En el palco de las autoridades estaba sentado “Okoguo Ndegue”
acompañado de la mujer de la raza menanga; la supuesta estafada por Ngôlôkôdî.
Mucho murmullo se produjo en la sala, hasta que se levantó “Okoguo Ndegue”
pidiendo silencio. Seguido indicó señalando con el dedo índice a la mujer
extranjera de raza menanga, sentada junto a él:
-Esta
pobre mujer extranjera, se llama “Modjowi”- introdujo al personaje y
prosiguió:- Es la víctima de Ngôlôkôdî- seguido invitó a la mujer a que
expusiera los hechos contando lo sucedido:
-Conocí
a Ngôlôkôdî hace varios años- empezó a relatar la mujer y prosiguió:-Tuvimos
una romance, pagué el billete cuando fui a verle, le regalé una camisa, calcetines, le invité a un café; por lo tanto, le presté un dinero que no me
quiere devolver- y continúo contando:- Me ha robado- para terminar
sentenciando: - Si no me devuelve el dinero que me ha robado lo mataré- un
terrible silencio precedió a sus palabras.
Varios segundos después, se levantó “Okoguo Ndegue” y corroboró el dictamen:
Varios segundos después, se levantó “Okoguo Ndegue” y corroboró el dictamen:
-Ngôlôkôdî
ha robado a esta pobre mujer- y prosiguió:- No podemos tolerar estas acciones-
a continuación agregó:- Ese hombre es el mal de nuestra nación y la vergüenza
de su pueblo y debe ser ejecutado.
-¡Que caradura!-indicaron los adeptos incondicionales del corrupto régimen en la sala, mientras el teatrero “Okoguo Ndegue” con maldad y cinismo hacía como que lamentaba diciendo una y otra vez:
- ¡Pobre mujer!..., ¡pobre mujer!...
-¡Que caradura!-indicaron los adeptos incondicionales del corrupto régimen en la sala, mientras el teatrero “Okoguo Ndegue” con maldad y cinismo hacía como que lamentaba diciendo una y otra vez:
- ¡Pobre mujer!..., ¡pobre mujer!...
Las
cosas se estaban poniendo muy feas y la suerte de Ngôlôkôdî parecía
estar en las manos de un asesino “Okoguo Ndegue”, un déspota y esbirro
del régimen dispuesto a cumplir las órdenes del sistema represivo imperante del
país que a muerte odiaba a Ngôlôkôdî; el atrevido hombre de la tribu de los
hombres del mar.
Continuará con la parte III
Rafael Evita Ika