Por
Ma-Bàlle ma-a Joba
Cada uno de nosotros es un ser humano diferente de otro. Cada uno
tiene «su» percepción particular de las cosas; esto es lo que asegura una
opinión, a veces muy divergente entre personas de un mismo grupo o comunidad.
Una de las cosas que enriquece el conocimiento de una persona sobre un
tema dado es su capacidad de poder observar, analizar y deducir nuevas opciones
o parámetros del tema, cambiando cada vez su ángulo de visión. Está claro que
esta capacidad no está dada a todo el mundo, lo que explica la incomprensión de
algunos ante explicaciones cuya comprensión exige quizás otro nivel de conocimiento.
Es relevante notar que, ante esta situación, algunas personas que se guían por
la prepotencia, suelen terminar por rechazar de plano todo e, incluso, amenazar
a los promotores de la idea.
De la misma manera que el ser humano es singular, una agrupación de
seres humanos en una comunidad es también muy singular. En efecto, cualquier agrupación
de varios seres humanos configura
una combinación absolutamente original, única e irrepetible. Es más, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que entre seres humanos, o entre grupos humanos –tomemos por ejemplo el Pueblo Ndowe
y el Pueblo Fang–, puede haber semejanzas; pero no habrá jamás igualdad en todos los aspectos. Los Ndowe sabemos que la identidad de nuestro
Pueblo es el reconocimiento y la conciencia de NUESTRA propia memoria–NO DE LA MEMORIA DE OTRO PUEBLO AJENO–; y sabemos que la identidad
de nuestro Pueblo es también el reconocimiento y la conciencia de nuestro propio
yo, inconfundible
e incambiable.
La importancia de esta conciencia
es evidente, puesto que gracias a ella tenemos ciertas
preferencias políticas propias que: