viernes, 26 de octubre de 2012

Detenciones arbitrarias, torturas, expolios y asesinatos en Guinea Ecuatorial



Mi Columna/Guinea Ecuatorial
Eugenio Pordomingo
(25/10/2012)
 
La inestabilidad, más que política, clánica y familiar, en la ex colonia española de Guinea Ecuatorial es alarmante y comienza a preocupar a las grandes potencias, especialmente Estados Unidos, Francia, China y Rusia. Los motivos de esa “intranquilidad” son diversos, pero casi todos coincidentes en lo económico. Por supuesto, no se debe a las tropelías que el régimen dictatorial de Teodoro Obiang Nguema lleva a cabo de forma sistemática desde 1979, año en el que el ahora presidente guineano derribó a su tío Francisco Macías (presidente electo) mediante un cruento golpe de Estado. Acción que ejecutó con la ayuda de la metrópoli.

La preocupación de las potencias -sobre todo las multinacionales del petróleo- se debe a que una inestabilidad en la zona del Golfo de Guinea (Guinea Ecuatorial, Gabón, Camerún y Nigeria) sería nefasta para los intereses de los centros de poder (países y multinacionales), pero también se debe a la presencia de China en la zona, aunque algo mermada actualmente, ya que el gran dragón acusa también los efectos de la crisis económica.

Estados Unidos, que se encuentra en plena potenciación de su presencia en Asia (comercial, política, militar y de ´inteligencia´), no quiere tampoco perderse un bocado del pastel comercial de África, pero le inquieta la fuerte presencia de China en el continente africano. No hay que dejar atrás las críticas que el presidente Barack Obama ha venido recibiendo de sectores políticos republicanos y de sectores económicos por “olvidarse” de África. Pero desde hace unos meses, Obama ha dedicado enormes esfuerzos a que la situación cambie.

En la última década el comercio de China con África creció un 1.400%, alcanzando la cifra de 127.300 millones de dólares en 2011, mientras que Estados Unidos se quedó en 94,300 en el mismo período. En 2008 el comercio estadounidense supero los 100.000 millones de dólares. Algo parecido vive Francia.

La situación comenzó a dar un giro tras el cruento final del régimen de Gadafi, “el amigo extravagante de Occidente”, según acertada frase del ex presidente Aznar. El sujeto activo más fuerte de esa sangrienta operación se desarrolló bajo la batuta de Francia y la OTAN. Estados Unidos no quiso verse desplazado del continente africano y se lanzó al envío de tropas a Uganda, Congo, Sudán del Sur, Nigeria y la República Centroafricana, además de otro tanto con contratistas de seguridad privados.

La fuerte presencia de China en África (controla, por ejemplo, casi el 70% del coltán) ha conseguido que la rivalidad entre Francia y Estados Unidos disminuya y como consecuencia exista una cierta unidad de acción EEUU-Europa. Las acciones judiciales emprendidas por Francia, Reino Unido y Estados Unidos contra ´Teodorím´, hijo de Obiang Nguema puede ser el inicio de una nueva estrategia.

Una diferencia fundamental y muy importante en esa lucha de intereses económicos y geoestratégicos, se centra en la democracia y en los derechos humanos. China no cuestiona para nada la política de los dictadores africanos, en concreto en lo que se refiere a derechos humanos o deficiencias en los sistemas democráticos. Escenario diferente el que se da en Occidente, donde la actividad de ONGs, partidos políticos, sindicatos y sociedad civil en general, pueden “inmiscuirse” -aunque cada vez menos- en las “peculiaridades” gubernamentales de los países africanos.

El caso de Guinea Ecuatorial puede ser un ejemplo en ese teatro de operaciones africano por la “busca y captura” de todo tipo de recursos naturales (petróleo, gas, minerales, madera y comercio). China lleva tiempo -desde la etapa de Macías- volcada en la ex colonia española, presencia que se ha hecho más evidente en los últimos años.

Francia trata de desplazar a España del escenario guineano desde hace varias décadas, pero no lo ha conseguido, aunque la balanza se incline a su favor. No lo ha logrado totalmente debido a que España, desde los primeros tiempos de la colonización, impregnó con su cultura a la sociedad guineana, con lo que ello conlleva.

Desde que Obiang Nguema se hizo con el poder, implantó un régimen cruento, despótico y totalitario, que los sucesivos gobiernos españoles con más o menos interés y ganas, han tenido que tolerar a cambio de no se sabe qué, aunque se supone. La excepción ha sido la presidencia de José Luís Rodríguez Zapatero, que fue excesivamente complaciente, tolerante y cómplice de los desmanes del sátrapa guineano. El instigador y promotor de esa posición política, fue el ex ministro Miguel Ángel Moratinos y en menor medida -estuvo menos tiempo en la poltrona del Palacio de Santa Cruz-, la ex ministra Trinidad Jiménez. Lamentablemente, Mariano Rajoy y su ministro de Exteriores García-Margallo, parece seguir al pie de la letra la ruta trazada por el anterior gobierno.

A España parece interesarle muy poco la marcha de los derechos humanos, las libertades y la democracia en su ex colonia. Es más, da la impresión que contribuye a enmascarar las tropelías cometidas por la dictadura guineana. Recordemos la “constatación” de los “avances democráticos” que según la diputada socialista, Elena Valenciano, se vislumbraban en el gobierno de Obiang Nguema.

Todos los gobiernos españoles -con algunos matices- han tratado de contribuir a “tapar” los desmanes que comete la férrea mano del dictador Obiang. Unas veces, enviando “observadores internacionales” para que laven la cara al dictador por los miles de fraudes cometidos en las sucesivas elecciones; otras, obviando las denuncias de empresas y profesionales españoles que fueron expoliados y agredidos en Guinea Ecuatorial; las más de las veces, colaborando a “eliminar” la actividad de los opositores guineanos afincados en España, cuando no contribuyendo a la estrategia de que el régimen de Obiang tratase de ofrecer una imagen democrática creando partidos y líderes ficticios con el dinero de los españoles, pero sin pedirles permiso para ello.

La última “acción” de la dictadura guineana ha sido la detención arbitraria de Agustín Esono Nzogo, director y propietario del colegio San Agustín de Bata y su abogado, Fabián Nsue Nguema (éste último ya ha padecido en otras ocasiones los rigores de las torturas y la cárcel), que siguen incomunicados en la prisión de Black Beach de Malabo. Se da la circunstancia que Agustín Esono Nzogo es pariente de Pedro Motú Mamiaga, militar que hace años sufrió atroces torturas que le causaron la muerte mientras se encontraba en poder del régimen guineano.

El macabro historial de la dictadura guineana da para escribir más de un volumen, pero ahora lo más urgente es acabar de una vez por todas con esa situación y juzgar a sus autores sin la menor contemplación. Ya que España se encuentra inane, y la UE mira para otro lado, que sea Estados Unidos quien dirija la operación antes de que Francia tome la delantera.