lunes, 17 de noviembre de 2014

La oligarquía del poder nguemista y su nepotismo familiar paralizan cualquier intento de regeneración del Estado multinacional.

Por: Manyùngula ma-a Dimwémwé
Cualquier persona que haya oído hablar de Guinea Ecuatorial automáticamente ha tenido la fuerte percepción de que se trata de un país en el que la oligarquía del poder es la norma; y esto no es gratuito.
En realidad, esta percepción esta reforzada por el continuo goteo de noticias de pillajes y desfalcos de los fondos del Estado llevados a cabo por un nepotismo familiar sin igual en todo el mundo, cuyos actores principales -los Obiang Nguema- están siendo investigados en tres países por lo menos; lo que se ha traducido en la práctica por una orden de búsqueda y captura internacional contra el segundo de abordo.
Esta situación tiene como resultado un sometimiento de la población por medio de la pobreza y una miseria estructural generalizada sobre la que se apoya la dictadura.
Esta es posiblemente la causa de la incapacidad del Estado multiétnico de Guinea Ecuatorial y sus instituciones para reconstruir una nación de ciudadanos guineoecuatorianos libres de acuerdo a la realidad étnica vigente a día de hoy.
Este país, de contar con políticos honestos y responsables, habría acometido una seria recomposición del tejido humano y geográfico por medio de una refundación del Estado multiétnico de acuerdo con la realidad humana vigente, modificando la estructura territorial para asegurar una justicia social y erradicar de facto toda posibilidad de reedición de un etnocolonialismo similar al que hemos tenido que soportar durante casi medio siglo.
Pero, instalado en la cabeza del Estado, están unos políticos de poco calado, sin escrúpulos, que no dudan en mentir a todo el que quiera escucharles.
Desde Teodoro Obiang Nguema, el presidente raptor de las soberanías de las nacionalidades que componen Guinea Ecuatorial, que se mantiene de manera ilegitima en el poder; pasando por Teodorín Nguema Obiang (alias Tontorín), su inútil vástago de vida disoluta, pillado en flagrante delito de blanqueo de dinero, en búsqueda y captura por la justicia europea; hasta su primera mujer (de la 5 o 6 que tiene), Constancia Mangue, cuyo sobrenombre -«bulimia del poder y orgía del consumo»- dice claramente quién lleva puestos los pantalones en palacio; y que, según los conocedores, entre bambalinas ella maneja como un muñeco a su marido dictador.
Cuarenta y cuatro años después de la declaración de la independencia, el Estado en Guinea Ecuatorial sigue sin demostrar capacidad alguna para regenerarse y adaptarse a su realidad étnica.
La razón esencial es porque esto supondría desmontar las estructuras creadas por la dictadura, rebajando drásticamente el poder raptado por «élites» nguemistas locales que no ven ningún beneficio en un proyecto de reconstrucción institucional, habiéndose constituido en casi todas las regiones estructuras organizativas paralelas, basadas en lazos clánicos, usos tribales o preponderancia del partido único PDGE.
Los únicos perdedores son el 95% de la población y, sobre todo, las etnias discriminadas por el poder Fang.