lunes, 27 de mayo de 2013

Guinea Ecuatorial, ¿Espejismo o fin de ciclo?

Por: Humberto Riochí

Obiang socializó su dictadura con el miedo y la idiotez como banderas. Creó réplicas de su persona en familias, clanes, poblados, ciudades y provincias. A todos les colocó un demonio en casa. Y fue a más. Extendió esa doctrina al tejido productivo foráneo que se ha estado moviendo en la vida nacional y a una parte importante de la comunidad internacional con cheques en blanco a cambio de conformidades. Total, metamorfoseó a unos y otros, intentando hacerles renuentes al cambio.

No obstante lo anterior, el hipocorísticamente conocido como “Mostruo de Akoakam” consiguió también progresar en otros campos sirviéndose de su propia mediocridad como paradigma. Así no extraña que, a la socialización que hiciera de la mentecatez, la chabacanería, la corrupción, el nepotismo salvaje y otros impronunciables epítetos injertados en el paisaje guineo ecuatoriano, adicionara la politización de la ciudadanía, utilizando además de la marca del miedo, la fidelización del personal a base de deflaciones políticas. Precisamente en base a esa generalizada politización nos contará en horas, desde sus fueros, que ha vuelto a llevarse el gato al agua con su vodevil electoral. Otra oportunidad para la promoción del demérito nacional con ascensos meteóricos de viejos y nuevos papanatas que desdibujarán la significación de ayuntamientos, cámaras legislativas y otras instancias de un Estado que nació casi muerto.

Pero la majestuosidad postiza de Obiang se encuentra en una encrucijada mortal, atrapada en sus propias contradicciones. Si tras la proclamación de sus resultados otorga un solo espacio al único grupo que le ha plantado cara, malo. Será este un signo inequívoco de debilidad en una “contienda” a la que se asistió para figurar más que para competir, porque las reglas de juego estaban totalmente viciadas. Si se queda con todo porque las papeletas, las urnas, los escaños, las calles, los votantes, la administración y los poderes del Estado los tiene en heredad, habrá pinchado en hueso porque los “anestesiados” internos y externos se están despertando a la realidad.

Lo reseñable en todo caso es que esta edición, posiblemente sea una de las últimas fiestas de su ameritada estulticia política. Será ésta, probablemente, la celebración que preludie el final del mito de una felicidad perfecta que se cuajaba hasta ahora sin interferencias extranjeras y sobre una “paz reinante” repetitivamente glosada con el infierno de las desdichas domésticas a pocos centímetros del gran epulón. Si no cambian los signos, habrá marejada y una suspensión de la destrucción consentida del porvenir de generaciones. Y será así porque el virus del miedo que su tío y predecesor inoculó a los parroquianos, más las mutaciones inventadas por Obiang, empieza a encontrarse con el antídoto del cansancio.

Y hablamos de un cansancio que poco a poco está posibilitando la cohesión de los principales focos de una disidencia hasta hace nada atomizada, entrando en un proceso de auto exorcización del provincialismo y el presidencialismo enfermizo que le impedía avanzar. Cierto es que esta condición, sin otros ingredientes (unos mínimos de coherencia), tampoco sirve de mucho; pero aún así, supone un gran paso hacia una conquista que se pretendió desarrollar desde disyunciones y enfrentamientos. Por eso habría que celebrar, sin grandes alharacas, el que ayer, 26-M, se unieran a CEIBA todos los grupos políticos de la oposición exiliada: PP, FDR, DECAM, APGE, ETOMBA A NDOWEYE, VIGIL, MAIB, PF ANNOBONES, UP-FRECOM, UR, USL, para rematar la faena iniciada el día 7 de mayo ante la legación diplomática guineo ecuatoriana en Madrid, continuada el 14 y el 21, contra el golpe de Estado electoral programado por Obiang.

Pocas veces se ha visto a casi un centenar de personas, a cara descubierta, con pancartas, megáfonos, silbatos y otros cacharros abucheando a esquiroles y vaciando sus gargantas en coro al grito de: ¡OBIANG, VETE YA!.