Acaba de publicar el Fondo Monetario Internacional sus
estimaciones de crecimiento del PIB en 2014 para los 45 estados que componen el
África Subsaharariana. Pese a que incluye países que llevan años viviendo
conflictos de calado en su territorio, caso de Sierra Leona, República
Centroafricana o Congo, por citar sólo tres ejemplos, la única nación que
sufrirá una contracción en su producto interior bruto será Guinea Ecuatorial.
Preocupante (Beyondbrics,
"IMF on Equatorial Guinea: plunging into
recession", 12-05-2014).
En efecto, el organismo internacional espera una caída
para este ejercicio del 2,4% que sigue al 4,9% de 2013. Alguien podría afirmar
que hasta el mejor escribano echa un borrón, pero no es el caso. De hecho, la
perspectiva futura es incluso peor. De acuerdo con esta misma institución, la
recesión actual tornará en depresión en 2015, año para el que estima un colapso
del 8,3% de su economía debido fundamentalmente a la menor producción de
combustibles fósiles.
Pobre Pocero, la alternativa africana a su Seseña querida
haciendo aguas, las que faltan precisamente en su proyecto toledano.
Javier Blas, el español
que mejor carrera está haciendo en Financial
Times, ha publicado desde el inicio de curso una interesante serie
de reportajes que describen de manera detallada las razones que han conducido a
este desaguisado macro, en el que la corrupción institucional juega, como se
pueden imaginar, un papel esencial (Financial
Times, "Equatorial Guinea: squandered riches",
03-02-2014) .
No hay que olvidar que Guinea Ecuatorial disfruta de la
mayor renta per cápita de todo el espectro anteriormente mencionado, 22.300
dólares por habitante, cuatro veces más que Sudáfrica, hasta hace bien poco el
líder regional (Valor
Añadido, "Adiós Sudáfrica, hola Nigeria: África cambia de
líder", 08-04-2014). El descubrimiento a principios de la
década pasada de yacimientos de crudo y gas trajo consigo crecimientos
interanuales de su PIB por encima del 50%, hinchando los bolsillos de su clase
dirigente. El país llegó a ser el tercer mayor productor del subcontinente,
sólo por detrás de Nigeria y Angola.
Sin embargo, el agotamiento de los pozos existentes y la
ausencia de nuevos descubrimientos, debido en buena parte a la falta de
diligencia a la hora de conceder licencias de la empresa estatal que gestiona
estos recursos, ha llevado a que asome el reverso más tenebroso de esa ilusión
de prosperidad. El 75% de la población vive por debajo del umbral de la
pobreza. Toda una paradoja en un estado sin deuda, con un terreno enormemente
fértil y una densidad demográfica baja.
El problema local tiene nombre y apellidos: Teodoro
Obiang, en el poder desde 1979 y que en las últimas elecciones legislativas
ganó con el 95,4% de los votos. La oposición es perseguida, la libertad de
prensa inexistente y el control de la riqueza nacional por parte de su familia,
total. Aunque ha habido una mejora real de las infraestructuras en los últimos
años, una parte sustancial de los fondos públicos han ido a parar a proyectos
innecesarios, suntuosos o megalómanos como la nueva ciudad de Oyala, cerca del
lugar de nacimiento del dictador. Ni la educación ni la sanidad se encuentran
entre sus prioridades. Cualquier esperanza de prosperidad a largo plazo bajo su
tutela es, a día de hoy, quimérica.
Ahora ha decidido buscar inversores internacionales que
desarrollen proyectos agrícolas, turísticos, mineros o de servicios financieros
en su territorio y compensen la pérdida de ingresos por otras vías. Para ello
organizó un gran congreso local en Malabo en febrero de este año. Sin embargo,
será una ocasión más para seguir llenando sus bolsillos a manos llenas mientras
el país se desangra. Con un problema adicional, el día que desaparezca –y ya
tiene una edad– ¿qué sucederá? Ay, Guinea de los amores del Pocero…