Teodoro Obiang es
un sátrapa, nadie lo ignora, pero el problema es que en la nómina de sátrapas
que quedan en el mundo, que siguen siendo muchos, es el nuestro.
Diego Carcedo / 11-04-2014 • 10:14
El juego del gato y el ratón que el protocolo tuvo que
improvisar estos días pasados en Madrid y Bruselas para evitar que nuestras
autoridades apareciesen en la prensa fotografiadas con el presidente de
Guinea Ecuatorial recuerda una anécdota que se repite mucho en los Estados
Unidos. Lamento no recordar el nombre del secretario de Estado que la
protagonizó, pero sí algunos detalles. Un visitante le recriminó el respaldo
que la diplomacia norteamericana le estaba brindando a Anastasio Somoza, el
dictador a la sazón de Nicaragua.
--Es que Somoza, señor secretario de Estado – le dijo el visitante –, es un hijo de puta; el peor hijo de puta del Hemisferio.
-- Lo sé, lo sé – respondió el secretario de Estado – pero el problema es que es nuestro hijo de puta.
Teodoro Obiang es un sátrapa, nadie lo ignora, pero el problema es que en la nómina de sátrapas que quedan en el mundo, que siguen siendo muchos, es el nuestro. Mal que nos pese, es el presidente de un país que fue colonia española, que heredó el idioma español, usufructúa muchos componentes de nuestra cultura y con el que es obligado entenderse. Que sea un dictador implacable no es nuestra culpa.
Cuando Guinea Ecuatorial obtuvo la independencia, hace más de cincuenta años, el régimen franquista la había dotado de unas estructuras políticas de corte democrático que para nosotros hubiésemos querido en España. Pero en Malabo el ejemplo de la dictadura española enseguida fue asumido por sus gobernantes salidos de las urnas en una muestra de desprecio del sistema constitucional recibido, y sus dos presidentes, el tío Macías y el sobrino golpista Obiang, enseguida se olvidaron de la libertad y los derechos humanos a cambio de la ambición de perpetuarse.
Los gobiernos democráticos españoles que se han venido sucediendo han tenido que hacer de tripas corazón con mucha frecuencia para mantener unas relaciones formales con la antigua colonia y sus habitantes. Guinea Ecuatorial es un país soberano y Obiang un dictador que nos indigna más que otros con los que el pragmatismo obliga a tragar sapos y a esperar tiempos mejores. Alarma ver a nuestros Reyes o presidentes dándole la mano, pero… lo llevan incluido en el sueldo.
Todos los presidentes, no sólo Mariano Rajoy, desde Adolfo Suárez han tenido que pasar por el trance con dictadores de diferente calaña, empezando por Fidel Castro y acabando por el susodicho Teodoro Obiang pero pasando por Muamar el Gadafi, Bashar al-Asad o Abdalá bin Addelaziz, el Rey de Arabia, país respetado urbi et orbe por sus riquezas, pero de los que mantiene un régimen más opresivo y machista.
En poco tiempo Guinea Ecuatorial además ha pasado de ser uno de los países más pobres del mundo a uno de los más ricos. Sus reservas de petróleo han hecho que de pronto despierte el interés de los más poderosos y sus miserias, reflejadas por el régimen de Obiang, han sido alejadas de la atención internacional. Ante un sátrapa que habla español y que ha tenido el gesto de venir a rendirle homenaje póstumo a Adolfo Suárez, tampoco es cuestión ni de renunciar al rechazo que produce su conducta ni de mostrarse más papistas que el Papa.