Algunos apuntes sobre atención prenatal en Guinea Ecuatorial
La República de Guinea Ecuatorial es una gran desconocida para la mayoría de la opinión pública española, a pesar de ser la única ex colonia de España, hasta 1968, en el África subsahariana. Situada en la zona atlántica del continente africano, cerca del ecuador, entre Camerún y Gabón, tiene un territorio de 28.051 km2 de superficie y una población de aproximadamente 700.000 habitantes (según datos de 2011) [1].
A pesar de contar con una de las rentas per cápita más altas del mundo (aproximadamente 35.000 euros anuales), con un producto interior bruto (PIB) superior al español, el 70% de su población vive en el umbral de la pobreza con 1,5 euros diarios. El pueblo guineano, vive en condiciones pésimas y no tiene acceso a unos servicios mínimos de sanidad y educación; estas deficiencias se acrecientan en el ámbito rural.
Las consecuencias se reflejan en las estadísticas de morbi-mortalidad maternas anuales, que presentan unos indicadores con una mortalidad materna de 280/100.000, y una mortalidad infantil de 81/1000 que asciende a 121/1000 cuando nos centramos en niños hasta cinco años [2] (superando la media de los países más pobres del mundo).
A ello se suma el hecho de que cerca del 90% de la población habita en zonas con riesgo endémico de malaria, que está provocando el 24% de las muertes en niños menores de 5 años (UNICEF, 2008). No existen programas de tratamiento contra la malaria en mujeres embarazadas, siendo uno de los pocos países del África subsahariana que no recomienda tratamientos preventivos.
Las altas tasas de mortalidad infantil y materna están directamente relacionadas con un inadecuado, aunque existente, e ineficaz Programa de Salud Sexual y Reproductiva que debería facilitar el acceso a unos servicios básicos, incluidos la atención prenatal y postnatal, teniendo en cuenta que la mujer guineana tiene una media de 5,9 hijos.
Las causas directas de mortalidad materna son la hemorragia postparto, las infecciones postparto, la eclampsia, las roturas uterinas consecuencia de mala praxis (uso indiscriminado y sin monitorización de medicamentos oxitócicos en salas de parto de los hospitales de las ciudades, falta de conocimientos de los profesionales que realizan cesáreas, etc.). Las causas indirectas son el paludismo (malaria) durante la gestación, la anemia, la desnutrición materna y el VIH/SIDA.
En un informe de salud de la OMS de 2006, se cuantificó que la cobertura de la atención prenatal era tan sólo del 37%, lo cual se traduce en una baja asistencia en relación a las actividades de prevención de complicaciones en el embarazo y parto: prevención de la malaria, vacunación antitetánica de las gestantes, prevención de la transmisión vertical del VIH, detección de la anemia y la desnutrición durante el embarazo, detección de estados hipertensivos durante el embarazo, etc.
Al no existir una atención universal y normalizada, es muy difícil disponer de datos objetivos, de manera que una mujer puede acudir durante su embarazo a la partera del poblado, la curandera, al Centro de Salud, al Hospital o a una consulta privada de un profesional sanitario titulado o no. Últimamente está de moda acudir a consultas de “médicos chinos” de dudosa procedencia, pero que no dudan en facilitar todo tipo de medicación (con caracteres chinos), sin solicitar pruebas diagnósticas, y a un alto precio económico y de salud.
Toda esta dispersión asistencial, a la que se suma una total falta de coordinación entre los diferentes actores asistenciales, hace muy compleja la recogida y análisis de datos fiables.
En la provincia Centro Sur que es donde estoy trabajando y en la que hay 75.000 habitantes, la Atención Prenatal la realizan Auxiliares de Enfermería formados como tales por las Organizaciones No-Gubernamentales que han ido pasando por la zona, incluidas la nuestra.
No hay cultura preventiva por lo que las mujeres no se visitan durante el embarazo a menos que se encuentren con un problema que no pueda solucionar la curandería o la partera tradicional. La no cultura preventiva también afecta a los profesionales pues ni siquiera (hasta ahora que los hemos formado, estaban citando a las mujeres para la próxima visita).
Por eso se considera como éxito que una mujer se visite 4 veces durante el embarazo y se ha establecido ese mínimo con el siguiente intervalo:
8-12 semanas
Se comprueba calendario de vacunaciones, sobre todo para iniciar tempranamente la vacunación antitetánica.
La mujer debe pagar esta visita, así como las analíticas que están establecidas como obligatorias (VIH, sífilis, paludismo, hemoglobina y grupo sanguíneo). Normalmente no se realizan otras pruebas porque no hay material de diagnóstico.
Medidas preventivas: consejo nutrición teniendo en cuenta que muchas mujeres solo pueden comer una vez al día (por ello ya de entrada se les da sulfato ferroso + acido fólico + vitamina C). Además, se les entrega una mosquitera.
24-26 semanas
Se les da medicación para prevenir paludismo, se toman medidas antropométricas, se realizan auscultación del latido fetal (si es posible) con estetoscopio de Pinard y las maniobras de Leopold. Se vuelve a pedir hemoglobina y VIH, así como prueba del paludismo.
A partir de la semana 22 o cuando se detectan movimientos fetales, se administra profilaxis antipalúdica en tres tomas espaciadas en tres meses (normalmente no la cumplen porque no acuden a las visitas). A partir de la semana 24 se administran antihelmínticos.
30-32 semanas
Se realizan las mismas actividades que en la segunda visita.
36-38 semanas
Además de las actividades de la segunda visita, se elabora un plan de parto que no tiene nada que ver con el que se realiza por ejemplo en España. Se determina qué medio de transporte usará, donde parirá y con quien, que familiares tiene con su grupo sanguíneo sin VIH para que sean donantes, dinero que puede necesitar en caso de traslado). Se les entrega un kit de parto por si van a parir en casa que lleva dos paños, una pastilla de jabón, una cuchilla para cortar el cordón y dos ligaduras para el cordón.