Por primera vez en su historia la
selección de Guinea Ecuatorial ha disputado en el año 2012 una fase final de la
Copa de África. No lo ha hecho por méritos propios sino como anfitrión del
evento que ha coorganizado junto a Gabón. Su participación y el hecho de
superar la fase de grupos ya es todo un éxito para la Nzalang Nacional, término
fang que significa rayo con el que se conoce al conjunto ecuatoguineano, en un
país donde el fútbol y el poder mantienen unas relaciones muy particulares.
Tras la proclamación de independencia de 1968 Francisco
Macías Nguema, un ex funcionario de la administración colonial franquista,
asumió la presidencia de la antigua colonia española. El llamado Auschwitz africano,
conocido así por su afán represor y sus elogios a Adolf Hitler (al que llegó a
tildar como “padre de África”), instauró un régimen autocrático que se sostuvo
gracias al Partido Único Nacional de los Trabajadores (PUNT) hasta el golpe de
estado protagonizado en 1979 por su sobrino, Teodoro Obiang Nguema. Lejos de
llevar a cabo un proceso democrático Obiang se perpetuó en el poder. Durante
sus mandatos fueron habituales las corruptelas y el tráfico de influencias.
Unas prácticas que afectaron al fútbol ecuatoguineano.
Un ejemplo de las mismas la tenemos en los tejemanejes de
su hijo Ruslan Obiang Nsue al frente de la Secretaria de Estado de Juventud y
Deportes hasta su destitución en octubre de 2011. El cese de Ruslan sumió al
fútbol ecuatoguineano en una pugna fratricida por el poder entre él y el nuevo
Ministro de Juventud y Deportes Eyegue Obama con la inclusión en el equipo
nacional de diversos jugadores nacidos fuera del país en detrimento de aquellos
que juegan en la liga española como telón de fondo. A ello hay que sumarle la
renuncia de Pedro Mba Obiang, el joven centrocampista que milita en la
Sampdoria italiana y a la par sobrino de Obiang Nguema, a ser convocado por
Guinea Ecuatorial por las discrepancias que mantiene con su tío.
Los sucesivos cambios de técnico al frente de la
selección, producto de las continuas injerencias de las autoridades, tampoco
han permitido que el equipo ecuatoguineano pudiera preparar con garantías su
primera participación en la Copa de África. Las renuncias de entrenadores como
Vicente Engonga (descontento con la política de nacionalizaciones que permitió
el inclusión de futbolistas cameruneses y brasileños en la selección), Carlos Lobo Diarte (aquejado de
problemas de salud) o el francés Henri Michel (que presentó su dimisión a menos
de un mes de empezar el trofeo tras constatar como un jugador había sido
convocado para la Nzalang sin contar con su aprobación) han permitido constatar
las incesantes intromisiones de los jerarcas en el fútbol ecuatoguineano. Un
deporte ya lastrado por la endémica discriminación étnica existente que merma
el potencial de su combinado nacional.
LA INCIDENCIA DE LA EXCLUSIÓN ÉTNICA EN EL FÚTBOL
El ascenso de Obiang Nguema, antiguo alcaide de la
siniestra cárcel de Black Beach, al poder al frente del Partido Democrático de
Guinea Ecuatorial (PDGE) supuso el ostracismo de la etnia bubi, una de las
muchas existentes en el país. El dictador, cuya familia pertenece a los fang,
marginó a los bubitos
–como les llama despectivamente– de la selección nzalang. De hecho, el
combinado nacional ecuatoguineano hasta el ascenso al poder de Obiang era
conocido como Basilé Nacional, término fang que hacía referencia al homónimo
monte situado al norte de Bioko. El título pretendía equiparar a la defensa del
equipo con la impenetrabilidad de dicha elevación montañosa. Posteriormente, la
denominación fue cambiada por la actual Nzalang Nacional, una palabra usada por
los fang, la etnia a la que pertenece Obiang.
El régimen practicó una política de exclusión social,
iniciada por Macías, sobre los bisiós, ndowés, combes, bengas y bubis con
respecto a los fang, la etnia mayoritaria en Guinea que controla todos los
resortes del poder. Un ejemplo de este hostigamiento gubernamental a los bubis
lo tenemos en el proceso que en 1998 llevó a 117 miembros del denominado
Movimiento por la Autodeterminación de la Isla de Bioko (MAIB) pertenecientes a
dicha etnia al banquillo por un supuesto intento de magnicidio (15 de los
acusados fueron condenados a pena de muerte). Nada extraño respecto a lo que
sucede en otros países del continente africano si no fuera porque los bubis, la
etnia mayoritaria en la isla de Bioko, siempre se caracterizaron por su gran
habilidad con el balón en los pies.