domingo, 13 de marzo de 2011

EL SIGNO DE ALGUNAS DICTADURAS: CUBA Y GUINEA ECUATORIAL, DOS CARAS OPUESTAS

Respecto a la actualidad política de Cuba y Guinea Ecuatorial, no cabe duda que en el transcurso de estos últimos años hemos seguido de cerca el pulso de la evolución de ambos regímenes en el plano político relacionado con la demanda de un marco político de participación plural amplio que, de un tiempo a esta parte, vienen reclamando sus respectivos países. Proceso que debería consistir en la transformación de sus actuales estructuras en otras cuyo perfil sea el reflejo propio de Estados democráticos de derecho en consonancia con el respeto de los derechos humanos.

Así, en algunos círculos internacionales sin embargo, hay quien se aventura en comparar la situación política que se vive en la isla de Cuba y los cambios que se registran en su evolución con la situación política en Guinea Ecuatorial sin caer en el análisis de que se trata de dos países coyunturalmente distintos, con una trayectoria desigual e inmersos cada uno de ellos en realidades diferentes. Cuba, salvando las distancias geográficas, efectivamente no es Guinea Ecuatorial aunque históricamente les haya unido a ambos el hecho de haber pertenecido a la misma potencia administradora que fue España de sus respectivos países.

Creemos en este sentido, que no deja de ser otra reflexión más en torno a los anhelados cambios que se proyectan sobre el devenir de ambos países. Pero, ¿cuál es el denominador común del que se parte como principio para fijar la atención tanto en Cuba como en Guinea Ecuatorial para considerar sus semejanzas o/y diferencias como referentes comparables? ¿Cabe la posibilidad de que uno de esos denominadores comunes sea la incidencia del modelo colonizador de España y la forma en que se produjo la descolonización de ambos como referentes históricos? ¿Podríamos, en ese mismo contexto, considerar, si cabe, lo que algunos analistas han denominado “los efectos de la ausencia de una visión de Política de Estado” por parte de la antigua potencia administradora” que sirviera de base en las relaciones con ambos países ya descolonizados de su área? ¿Ese denominador común, por otra parte, tendrá algo que ver, en el ámbito internacional, con la pasividad, el desinterés o la falta de rigor con que la Comunidad Internacional y la ONU abordan sus respectivas situaciones? ¿O, será, en el mejor de los casos, una cuestión interna común el empecinamiento por mantener sus regímenes y perpetuarse en el poder ahuyentando cualquier atisbo de cambio en sus estructuras?.

Dejando al margen el análisis pormenorizado de todas y cada una de éstas cuestiones, cabe considerar que la isla de Cuba, cuando se independiza de España en el año 1902 (tras haberse iniciado su conquista en el año1509 y pasar por un período largo de guerras y turbulentos intereses) su estructura social está compuesta principalmente por una población con fuertes orígenes españoles y otra de origen africano (esclavos deportados). En cambio, los conocidos Territorios españoles en el Golfo de Guinea nunca fueron un territorio geográficamente compacto ni étnicamente uniforme, ni antes ni después de la Conferencia de Berlín de 1885. Por tanto, cuando dichos territorios se independizan de España en 1968, tras iniciarse su colonización en el año 1778 y pasar por períodos de Provincia y Autonomía, su población multiétnica está constituida por pueblos etnográfica y lingüísticamente distintos, ubicados cada uno en su respectivo territorio o entorno natural delimitado; los cuáles la colonización forzó su unión bajo una convivencia obligada.

Cuba, que adoptó el Comunismo como sistema político, tras la revolución que puso fin al régimen de Batista en 1959 y que cuenta con una sociedad prácticamente homogénea, reclama actualmente cambios profundos en su sistema político: apertura y reconocimiento de la pluralidad política (derechos políticos y civiles) y el respeto de los derechos humanos; un sistema actualmente caduco que tiende a ahogar las aspiraciones individuales y colectivas de libertad en un mundo cada vez más consciente del papel de la democracia como sistema político que garantiza el desarrollo y proyección de las libertades y el respeto a la dignidad humana.

Por su parte, el caso de Guinea Ecuatorial es muchísimo más complejo, ya que presenta unas características muy peculiares, prácticamente poco comunes y únicas en su género: se trata de la identificación de una etnia o pueblo con el totalitarismo absoluto ejercido por dos dictaduras consecutivas del mismo signo a lo largo de casi 43 años en un país étnica, cultural y lingüísticamente plural:

Guinea Ecuatorial, que accede a su independencia tras una pésima colonización y una fatal descolonización, sin tiempo alguno de configurarse como nuevo estado y país, se verá inmediatamente abocada a estrenarse con la primera dictadura de Francisco Macías Nguema, privando así a los pueblos que lo configuran (Annobonés, Bubi, Bisío, Fang, Ndowe y la Comunidad Criólla o fernandina) de la oportunidad de asimilar las bases de su recién estrenada identidad común. Su primer presidente, Francisco Macías Nguema, a pesar de conocer los pactos que dieron lugar a la unión de esos pueblos antes de su independencia y la aprobada constitución del país independiente, acabó infringiéndolos facilitando el desmesurado acceso de su etnia fang, que lo aprovecha para acaparar todas las instituciones y los estamentos del estado para llevar a cabo la limpieza étnica de pueblos no fang por sus naturales diferencias e invadiendo sus espacios naturales a su antojo.

Con estos desafortunados primeros pasos, el recién estrenado país iniciará su triste andadura que desgraciadamente seguirá acompañándolo a largo de su historia como la República de Guinea Ecuatorial: un país que arrastra los más perniciosos efectos de la colonización y descolonización con unos intereses ocultos de venganza por parte de unos y otros; que conquista su independencia con una élite consciente del reto que supone organizar y configurar un nuevo país, estado y nación en torno a los cuales debería forjarse la proyección de su nueva identidad; que ve frustrado sus esperanzados proyectos de realización cinco meses después de liberarse de la potencia administradora con la irrupción de la férrea dictadura de Francisco Macías (Masie) Nguema que acabará asesinando a toda la clase política e intelectual de entonces durante 11 años consecutivos; y a renglón seguido otros 33 años de la del que fuera el brazo ejecutor y verdugo en la primera, Teodoro Obiang Nguema, el cual, además de mantenerse fiel a los principios que le consagran en la misma línea sucesoria que su predecesor, verá reforzado su régimen con la interesada presencia de países occidentales y sus compañías petroleras inmersos en el negocio del crudo del siglo otorgándole así la “patente de corso” y contribuyendo con su connivencia a la normalización del desorden, la expansión de la corrupción a todos los niveles, la ocultación y minimización del grado de desequilibrio e inestabilidad social y política con la discriminación institucionalizada y la consolidación del abuso generalizado de poder y autoridad en el interior del país como fiel reflejo de su instinto acaparador y de conquista.

En torno a todo lo dicho, solo nos cabe las siguientes reflexiones:

Si el ilusionado renacer del proyecto político y social de Guinea Ecuatorial y su futuro residían en el espíritu y potencial de sus impulsores en tanto como garantes de su equilibrio político y estabilidad social, cuyos consagrados principios preservaba su primera constitución bajo el lema de Unidad, Paz y Justicia, con un escudo, un himno y una bandera como símbolos representativos del nuevo estado de todos, ¿ cómo y bajo qué premisas podía garantizar la unidad del estado, la identidad común de todos, la paz, la justicia, así como la estabilidad, el equilibrio y el respeto a los principios de convivencia un país gobernado por despiadadas dictaduras basadas en los intereses exclusivos y partidistas de una sola etnia?.

Si esos impulsores, a los que se consideraba verdaderos padres de la independencia, que tanto lucharon para plasmar la idea de un país común pese a sus diferencias, fueron vilmente asesinados y tanto su labor como sus principios violados, perseguidos y borrados con la implantación de las dos dictaduras; ¿de qué manera podía compartir esos ideales en un proyecto común, promoviendo la igualdad, la cohesión social de todos y preservando el espíritu de unidad en la diversidad un sistema político anclado en esquemas de un primitivismo étnico-tribal excluyente?.

Si ambas dictaduras han utilizado de manera ininterrumpida a lo largo de casi 43 años el carácter y la idiosincrasia fang y su “teoría de mayoría” para imponerse, habiendo convertido la lucha política por la independencia en luchas tribales y no en términos de intereses nacionales para transformar a Guinea Ecuatorial en un país mono-étnico; ¿bajo qué principios éticos, jurídicos y constitucionales el estado de Guinea Ecuatorial se puede considerar plurinacional o pluriétnico cuando paradójicamente no está basado en la integración de todos los pueblos que lo forman y la composición de todas sus instituciones están exclusivamente representadas por la etnia fang al dictamen de sus dos dictaduras? ¿Cómo puede garantizar la igualdad de oportunidades de todos los colectivos unos depredadores al servicio de una única mentalidad?

Si el grado de las arbitrariedades de las dos dictaduras (horror, desolación, muerte…) llevaron a miles de compatriotas (estudiantes, intelectuales…) camino del exilio forzado y permanente hasta la actualidad para algunos y la base de las relaciones interétnicas con otros pueblos tanto en el país como fuera de él ha sido y es la proyección de su prepotencia, arrogancia y premeditada manipulación de la esencia de Guinea Ecuatorial como país, de las cuales tienen fundadas razones de rechazo, desconfianza y recelo los demás pueblos (Ndowe, Bubi, Annobonés, Bisío y la Comunidad Fernandina); ¿no será ésta acaso la base en la que se fundamenta el hecho de que en tantos años no haya germinado la idea del proyecto común de país ni cuajado un frente común de oposición política a “esos regímenes”? ¿No merece ninguna consideración el hecho de que la mayoría de los partidos políticos que se consideraban de oposición a la dictadura de Teodoro Obiang Nguema liderados por miembros de su etnia fang estén a su lado colaborando y compartiendo (al margen de su atractivo económico) los objetivos de ese “gobierno” que en su día manifestaron combatir? ¿Una manera, sin duda, de sostener la hegemonía étnica?

Si en estas etapas, la normalidad vigente ha sido y es la falta de libertad, la violación de los derechos individuales y colectivos, la ausencia de normas éticas y morales civilizadas para regular la convivencia, así como la falta de una consciencia civil crítica entre otras consideraciones; ¿no es a caso esto el reflejo de la inexistente vocación de servicio en la gestión del bien común y la manifestación de la incapacidad de una mínima acción de gobernar en el país? ¿Cómo se puede reprobar el desorden constitucional y el grado de corrupción en que está sumida Guinea Ecuatorial cuando éstos constituyen la moneda de cambio de una identidad, idiosincrasia y mentalidad? ¿Cómo se puede concebir la igualdad de oportunidad para todos en una República de depredadores sin una mínima vocación de servicio público?

Si, entre los objetivos que han caracterizado y caracterizan a ambas dictaduras han sido y son: la promoción de la ignorancia, la ausencia de una conciencia moral, social, intelectual y política crítica capaz de cuestionar los acontecimientos; ¿no es una evidencia suficiente el hecho de que a lo largo de 43 años en el país no haya surgido una mínima consciencia de ciudadanía y una sociedad civil amparada en la identidad común?

Si la mayor prioridad, esfuerzo y dedicación de las dos dictaduras fang de Francisco Macías Nguema y de Teodoro Obiang Nguema se han centrado y se centran exclusivamente en la promoción de la élite fang en todos los sectores, discriminando a los otros naturales del país, negándoles el acceso a los estudios, a las becas en el extranjero, a la función pública e incluso el derecho a un trabajo digno…, ¿de qué manera puede un ndowe, un bubi, un annobonés, un bisío o un fernandino sentirse identificado como ciudadano de un país que le margina como tal?.

Si las promociones totales de la población de Guinea Ecuatorial en todos los sectores han catapultado al 99’9 % de los miembros de la etnia fang a lo largo de 43 años de estos regímenes étnico-tribales, ¿no resulta incomprensible que a pesar de contar con tantos títulos profesionales y universitarios el país siga en la actualidad sumido en el oscurantismo, sin planificación alguna que pueda asegurar el mínimo funcionamiento de al menos un determinado sector en el país? Así, podíamos seguir indefinidamente.

Con toda esta irrefutable historia de su existencia, vivida día a día por todos y cada uno de sus pueblos, no cabe duda que las dos dictaduras que ha conocido el país tienen un signo y unos protagonistas comunes: no olvidemos que tanto el primer presidente, Francisco Macías Nguema como Teodoro Obiang Nguema, se han servido de la solidaridad étnica como base de la idiosincrasia y del orgullo étnico-tribal del pueblo fang, al cual han guiado en 43 años en el fomento del odio, violencia étnica y discriminación institucionalizados contra el resto de pueblos. Un auténtico fanatismo destructivo.

Guinea Ecuatorial, además de todos los males comunes que caracterizan las dictaduras en el mundo, manifiesta un gravísimo problema social y político que viene arrastrando desde su independencia el año 1968 y que necesita de una solución urgente si quiere alcanzar su plena estabilidad y normalización a corto y medio plazo. Sus pueblos, Annobonés, Bisío, Bubi, Ndowe tras vivir el calvario de injusticias al que han estado sometidos, hoy reclaman la configuración de un estado plural, democrático de derecho que implique el Reconocimiento de los Derechos Históricos de todos y cada uno de los Pueblos que lo configuran en su propio territorio; una aspiración legítima que ha sido ahogada a lo largo de más de cuatro décadas.


Evaristo Oko Kongwe.

enviado por Vilangwa .