Por: Evaristo OKO KONGWE
Julio de 2012.
Es importantísimo señalar que solo dentro de éste último período y concretamente hacia la segunda mitad del siglo XIX, podemos afirmar que se empieza a hablar de la presencia fang en los Territorios Ndowe. Este período histórico coincide con la Colonización española y, a la vez, concluye definitivamente con el ciclo y la acción de estas características en los territorios. En este vaivén de unos y otros, los encuentros y las relaciones de convivencia entre colonizadores y colonizados jamás fueron fáciles con el ocupante colonial de turno. Tras la vergonzosa Conferencia de Berlín, los intentos de sometimiento del Pueblo Ndowe fueron sistemáticamente rechazados ante la resistencia ofrecida por este Pueblo; aunque más tarde no tuvieran más remedio que someterse a España. La población autóctona, pese a vivir con las extraordinarias dificultades que ofrecía el ocupante usurpador de cada etapa, contó siempre con el apoyo de sus instituciones primigenias como una herramienta al servicio de la resistencia y la cohesión social y política; pues los ndowe jamás abandonaron los elementos esenciales de su identidad ni la práctica de su cultura y costumbres. La figura de la Monarquía Representativa del Pueblo Ndowe como institución, actuó siempre como contrapeso en las relaciones entre el colonizador y la población autóctona para garantizar los derechos y las libertades de sus súbditos.
Nuestro análisis, pues, a estas alturas y a la luz de los hechos y circunstancias históricas conocidas, nos permite:
a. En primer lugar, ubicar y situar naturalmente al Pueblo Ndowe en el tiempo y en el espacio como habitantes originarios de sus asentamientos, con una permanencia acumulada de más de ocho siglos de vida ininterrumpida en sus territorios ancestrales y con una estructura y organización social y política propias, donde se topó y tuvo que convivir con otras culturas y civilizaciones; y
b. En segundo lugar, situar el análisis interno del Pueblo Ndowe y valorar su evolución a partir de estos siglos de contactos efectivos y de relaciones de convivencias sucesivas con los colonos de aquellos países europeos con características sociales y culturales diferenciados.
Esos contactos, a pesar de su carácter colonizador, dieron a la población ndowe la posibilidad de conocer de primera mano la lengua, la cultura y la civilización occidental; además de experimentar, analizar y valorar su alcance sin dejar por ello de confrontar algunos aspectos de la misma con la propia. Y en ese sentido, el Pueblo Ndowe no tardó en percatarse de los defectos, excesos y lagunas que traían consigo jactando y presentándose a sí mismos como paradigmas a imitar. A pesar de lo dicho, los Ndowe, sin embargo, accedieron a sus culturas y alcanzaron niveles considerables de formación; pues era normal entonces - por poner un ejemplo-encontrar a un Ndowe que hablaban con fluidez y propiedad dos idiomas europeos como mínimo. Así pues, eran contratados en todos los sectores: como empleados en barcos y navieras; en factorías y empresas comerciales como agentes; como traductores, contables, auxiliares y administrativos en compañías privadas, en hospitales, en los servicios públicos, en la Administración, etc…
Y nos preguntamos: ¿Por qué tuvo que pasarle esto precisamente al Pueblo Ndowe y no a otro? ¿Sería acaso pura casualidad o la combinación de las circunstancias en sintonía con sus leyes las que, para bien o para mal, los colocaron ahí y no a otro/s pueblo/s? ¿Sería el mero azar el responsable del destino de los ndowe o una determinación del Cosmos? ¿Es y ha sido beneficioso para el Pueblo Ndowe este intercambio con otras culturas y civilizaciones? ¿Nos podemos por ello vanagloriarnos los Ndowe de este hecho circunstancial e histórico que ha marcado para siempre nuestra existencia como pueblo?...
Así es como nace el «hecho diferencial» del Pueblo Ndowe, un aspecto más que caracteriza su personalidad. En cualquier caso, los pueblos viven cada uno su existencia y la trayectoria de cada uno determina su historia; pues, no hay pueblo alguno en el mundo que reniegue de su pasado, de su historia, aunque se esfuerce por borrarlo o inventarlo.
Cuando llegan los españoles para hacerse cargo de su trozo de pastel,aunque tarde, ya habiendo sido precedidos por otros, encuentran al hombre Ndowe en su territorio, donde tiene lugar el pacto y la firma del Acta de incorporación de dichos territorios a la corona de España bajo la rúbrica del monarca ndowe Bonkoro I (Ukàmbala mo-a BodìyiÌppó) y Juan José de Lerena (17 de marzo de 1843) en representación de la monarquía española. España, entonces, se encuentra además con una «sociedad evolucionada tanto social, cultural como políticamente (debido en parte a las circunstancias o situaciones vividas) y con unos principios éticos y morales y unos valores sociales muy avanzados para su época».
Pues, a mediados del siglo XIX, empieza a aparecer el Pueblo Fang en los territorios del interior continental y con el que los Ndowe mantienen profundas diferencias y libran férreas batallas por sus sucesivas incursiones y su pretendido y frustrado afán de dominio. Este empeño, por su parte, solo se verá favorecido por el lema de la España colonial sobre “La unidad de los pueblos y tierras de España” o “España una, grande y libre”. Había entonces que propiciar el contacto de los fang con la civilización occidental, y los Ndowe se comprometieron para ello. El compromiso del Pueblo Ndowe de sacar a la luz de dicha civilización al Pueblo Fang, iba más allá; pues lejos de satisfacer al colono español, anunciaba en el fondo el porvenir (todavía en pañales ) de lo que podrían llegar a ser esos territorios, un futuro hipotético como real de un país de todos:
1. Había que atraerle al Fang, ayudarle, educarle, instruirle y formarle como aliado, como un hermano, como un pueblo africano con el que había que unir esfuerzos y trabajar para liberar a todos de la rémora de la colonización, del ocupante extranjero. La experiencia de siglos vivida por los Ndowe bajo imposición y dominio de los intrusos les había marcado tanto que en la lógica de sus planteamientos solo les cabía el rechazo. Era lógico, efectivamente: «Al fin y al cabo eran los blancos unos extranjeros que habían dejado sus tierras para ocupar las nuestras y someternos ». Con los pueblos hermanos de las islas de Fernando Póo (Bubis) y de Annobón (anoboneses) también incorporados había que hacer lo mismo. Una prioridad como proyecto. Un mensaje demasiado elaborado entonces y difícil de entender para «nuestros hermanos». Pues, con esa idea entre las manos, ¿qué cabía esperar de ellos, o qué había que hacer entonces? Trabajar y esperar con el tiempo… Y, ¿de qué manera…?
Continuará...