El hijo del dictador guineano acumula un tesoro en París
El País 29 FEB 2012 - 00:25 CET
El País 29 FEB 2012 - 00:25 CET
La policía francesa no daba crédito al tesoro escondido en el número 42 de la avenida Foch, en París. Tras una puerta majestuosa, como todas las del barrio, los agentes encontraron una residencia de 5.000 metros cuadrados distribuidos en seis plantas y atendidos por una treintena de personas de servicio. Entre las 101 habitaciones del inmueble, destacaba un comedor con columnas de coral y una mesa para incontables comensales, un dormitorio de 200 metros de planta, una discoteca insonorizada, una sala de juegos y hasta una peluquería. Saber que el propietario era el delegado permanente adjunto de Guinea Ecuatorial ante la Unesco no aclaraba nada; tampoco que acumulara este cargo con el de ministro de Agricultura y Bosques de ese país africano. El título que, sin embargo, permitía dar cuenta de tanta obscena ostentación no era político sino biológico: el propietario es hijo de Teodoro Obiang, el tirano que sojuzga la antigua colonia española desde 1979, y ahora aún más enriquecido con una renta del petróleo que no llega a una población castigada a la miseria. Como lleva el mismo nombre que su padre, se le conoce, y no solo en familia, por el diminutivo de Teodorín.
A raíz de la denuncia de la ONG Transparency International, la Oficina Central para la Represión de la Delincuencia Financiera de Francia obtuvo un mandato judicial para registrar el domicilio parisiense de Teodorín. El resultado provisional fueron dos contenedores de joyas, muebles, ropa y objetos de lujo. Y eso sin contar los automóviles de diversos colores, que Teodorín utilizaba haciendo juego con su indumentaria del día. La policía lamenta no haber encontrado el cuadro de Degas Tres bailarinas antes del ejercicio, que Teodorín adquirió hace unos años.
El inventario de los bienes requisados en la mansión parisiense de Teodorín es tan largo, y tan astronómico su valor, que tal vez se ahorrara tiempo y esfuerzo estableciéndolo, no a partir de lo que contiene, sino de lo que no contiene. O sea, que bastaría con decir en el documento que Teodorín tiene de todo, excepto, que se sepa, un cuadro de Degas.