miércoles, 29 de febrero de 2012

El presidente más afortunado de Africa

Prueba de su opulencia, la policía francesa incautó en estos días una pizca de la riqueza que atesora la familia del jefe de Estado. Una gran parte de la población de Guinea Ecuatorial vive en una extrema pobreza y reprimida.
Por Eduardo Febbro/ Desde París


Hay hombres que merecen su lugar en la historia. Las democracias occidentales –y no son las únicas– les reconocen ese derecho especial y por ello, entre petróleo, gas, bosques y explotación minera, les han cedido privilegios y honores exorbitantes a un puñado de dictadores corruptos y homicidas que tienen en los bancos internacionales más plata que el presupuesto nacional del país que dirigen. El presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, es uno de ellos. Este dictador lleva 31 años en el poder y hoy es el presidente de la Unión Africana (UA), el organismo panafricano fundado gracias a la abnegación de Muammar Khadafi. Teodoro Obiang Nguema Mbasogo es un dirigente clave y un hombre excepcional. Con una fortuna personal de 468 millones de dólares, más que la reina de Inglaterra y el emir de Kuwait, el presidente de Guinea Ecuatorial es el jefe de Estado africano más rico del continente. Prueba de su opulencia, la policía francesa incautó en estos días una pizca de la fabulosa fortuna que atesora su familia, en este caso su hijo Teodorín: en la lujosísima Avenue Foch de París el potentado Teodorín, también ministro de Agricultura y Bosques de esta ex colonia española, tiene un departamento de 5000 metros cuadrados que consta de seis pisos, 101 habitaciones, un comedor con columnas de coral, una vajilla de colección de 500 platos, una mesa de cristal de 200 metros de largo, un dormitorio de 200 metros cuadrados, una peluquería, una discoteca insonorizada, un casino al mejor estilo de Las Vegas y un montón de ropa, joyas y vinos por varios millones de euros. Esto es apenas un segmento de la cleptocracia sin frenos: los Obiang tienen propiedades de sueño hasta en Río de Janeiro o Malibú.

El año pasado, respondiendo a una querella presentada por la ONG Transparencia Internacional contra los dirigentes africanos que habían acumulado en Francia fortunas monumentales, la Justicia lea incautó a los Obiang once coches de lujo. Entre ellos había un Aston Martin rojo V8 V600 Le Mans (hay apenas cuarenta ejemplares en el mundo), un Rolls Royce Phantom coupé, Ferraris, Porsches y un Maserati MC12, del que sólo existen cincuenta. El insigne Teodorín gana oficialmente 3300 euros mensuales. ¿De dónde vendrá el dinero con que se compró estos autos y los demás objetos hallados en su residencia de París? El hijo del dictador cobra abultadas comisiones a las multinacionales madereras que operan en los bosques tropicales de Guinea Ecuatorial. Fuentes de Transparencia Internacional adelantaron que se trata de una suerte de impuesto revolucionario aplicado a las multinacionales. Su resultado es el botín fabuloso encontrado en la casa parisina de los Obiang: un reloj Piaget Polo adornado con 498 diamantes (598.000 euros), dos jarras de porcelana (220.000), tres jarrones del siglo XVIII con elefantes y rinocerontes (500.000 euros), una cómoda de la época Régence (2,8 millones), un lote de 300 botellas de vino Chateau Petrus (2,1 millones), más otro lote de Romanée-Conti (250.000 euros).

Una gran parte de la población de Guinea Ecuatorial vive en una extrema pobreza y reprimida, pero a las capitales que hacen negocios con el poder y reciben sus fondos poco les importa. Este país de Africa occidental tiene apenas un millón de habitantes. Hoy es el tercer productor subsahariano de petróleo y gas gracias a la presencia de los grupos petroleros extranjeros que se instalaron en los años ’90.

Además de estar al frente de su país y de una organización de 53 naciones como la UA, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo ha sido un dictador persistente: en sus tres décadas de poder apenas perdió un puñado de votos. Llegó a la presidencia en 1979 mediante un golpe de Estado y en 1989 organizó un simulacro de elecciones que ganó con 99,96 por ciento de los votos. El gran Teodoro se hizo reelegir en 1996 con el 99 por ciento, en 2002 obtuvo el 97 y en 2009, 95,4. Toda una hazaña que le valió figurar en el tercer puesto de la lista de los diez mejores presidentes electos del mundo, justo detrás del de Djibuti, Ismail Omar Guelleh, electo con el ciento por ciento de los votos, y del presidente sirio Bashar al Assad, 97,6. El décimo puesto lo ocupaba el ya renunciado presidente de Egipto Hosni Mubarak (88,6).

Sus vínculos con la mafia y la corrupción son tan notorios que los analistas regionales le pusieron un curioso calificativo: narco-petro-dictador. Teodoro Obiang Nguema Mbasogo es un producto de la historia colonial y de la posición que Occidente adoptó con esas encarnaciones del mal cuyos tronos están apoyados sobre suelos desbordantes de hidrocarburos. Con ellos se compraron las medallas y el silencio occidental. Y no sólo Europa o los Estados Unidos. El presidente Teodoro Obiang Nguema Mbasogo posee en Río de Janeiro un departamento de cerca de 3000 metros cuadrado en el barrio de Ipanema por el que pagó 34 millones de euros (80 millones de reales). Esos dirigentes asisten a cumbres internacionales, realizan visitas de Estado con todos los honores, se visten con la alta costura de París mientras sus sociedades sucumben. Son, además, muy celosos del respeto de su estatuto. Cuando el presidente de Guinea Ecuatorial visitó la Argentina en 2008 para firmar una serie de acuerdos bilaterales, Cristina Fernández de Kirchner le recordó al mandatario algunas de sus obligaciones básicas. En el acto protocolar realizado en el Salón Blanco de la Casa Rosada, la Presidenta argentina le dijo a Obiang que no podía dejar pasar la ocasión para señalarle su “honda preocupación por la situación de los derechos humanos denunciada por las Naciones Unidas en su país”. El guineano se enfureció y casi se fue dando un portazo.

El hijo del protodictador lleva una existencia dorada de playboy: vive entre Estados Unidos, Brasil, Canarias y París. Los jueces de Francia están seguros de que el ministro Teodorín Obiang se compró todas esas riquezas gracias a fondos públicos sustraídos ilegalmente. La empresa maderera guineana Somagui Forestal, que pertenece al ministro, realizó una serie de giros y transacciones sospechosas al exterior y a partir de allí se remontó la pista. Tal vez no sea el último. Transparency International interpuso otras demandas similares por los “bienes mal adquiridos” contra otros dos jefes de Estado africanos: el gabonés Omar Bongo y el congolés Denis Sassou-Ngue-sso. Françoise Desset, la jueza encargada de delitos financieros, los acusa de “desvío y recepción de fondos públicos”, “blanqueo de dinero”, “abuso de bienes sociales” y “abuso de confianza”.