GUINEA ECUATORIAL Y SU PROBLEMA POLÍTICO
A título póstumo publicanos un trabajo realizado en febrero de 1981 en EE.UU. por el malogrado Eduardo I. Bodipo Malumba, Doctor en Filosofia e Historia y Catedrático Universitario en College of Marin, (San Rafael)-Calofornia, EE.UU; que, a pesar del tiempo transcurrido mantiene la riqueza de su actualidad porque desde la Independencia de Guinea Ecuatorial en 1968, nunca se han reconocido los derechos históricos de los pueblos que lo configuran (Ndowe, Bubi, Bisió y Annobonés) en sus respectivos territorios soberanos, optando por la invasión en 42 años de gobierno de 2 Presidentes de la etnia Fang:
“ Cuando en Agosto de 1979 las Fuerzas Armadas derrocaron al Presidente Francisco Macías Nguema, hicieron una promesa al pueblo: orientar el caótico e impreciso estado de cosas de la República de Guinea Ecuatorial hacia un desemboque que restablezca la democracia representativa.
Lo que pudiera resultar cabalístico para los desconocedores de la política de Guinea Ecuatorial tenía un sentido clarísimo para los guineanos mismos. Lo prometido no era ni más ni menos que revestir el "maciismo" con un nuevo manto bajo nuevas rúbricas, pero siempre acordes a principios, métodos y enfoques que puedan perpetuar el muy amargo peso del yugo tribal Fang sobre todo el país.
El régimen militar trabaja contra el tiempo. Guinea Ecuator1al está por urgencias e impaciencias que dejan a los gobernantes actuales un muy estrecho campo de maniobra. Su problema más acuciante consiste en ¿cómo crear la prometida salida democrática sin contrariar la aparente determinación de la tribu Fang de impedir el reconocimiento de otros grupos étnicos?, y ¿cómo remediar la participación de los Ndowes, Bubis, Annoboneses y Fernandinos antes de que una violencia in crescendo arrase con todo?
El “fangismo”, en líneas generales concibe la Guinea Ecuatorial como un coto cerrado propio, apareciendo por un lado como revolucionario por su búsqueda de apoyo y potencialización en los sectores populares. Sin embargo, por otro lado, los líderes, conscientes de la tradicional tendencia de su tribu al desorden social, anarquismo político, se ven obligados a optar por un “Estado fuerte” y de estructura dictatorial. En su alianza simbiótica con el ejército, el fangismo se perfila como un movimiento con matices totalitarios. Y de ambos extremos se nutre actualmente el régimen de Guinea Ecuatorial. Se constituye en la única opción reformista o reconstructora dedicada a mantener el orden; y, poniéndose en el vértice, pretende actuar como árbitro entre izquierda y derecha ideológicas, entre el individuo y la comunidad, y entre el pueblo y las Fuerzas Armadas. Tal es la aplicación pragmática de la fórmula en la que se apoya su poder. Con mutaciones constantes que empujan a los sectores de un lado al otro del espectro socio-político, el abanico fangista, simplificado presenta las siguientes variantes:
Como movimiento, el fangismo, representa una realidad política contundente en cuanto a masas y emociones populares. Pero al mismo tiempo es un artificio monstruoso, heterogéneo y confuso que sólo subsiste como unidad en función de la adhesión común a un caudillo que no ofrezca alternativas de reemplazo. Sólo el recuerdo a la lealtad real o ficticia a la tribu frente a otras etnias hace posible la convivencia dentro de una etnia que se ha convertido en movimiento, a grupos ideológicos que van desde un prudente conservadurismo hasta un exaltado extremo de tribalismo que rebasa incluso las últimas líneas de lo rústico.
Está compuesto de aquellos núcleos políticos más carentes de visión política más inclusiva y capacidad formal y pragmática para formular y promover una armoniosa y productiva convivencia nacional entre los pueblos y grupos étnicos de Guinea Ecuatorial. Su estrategia es la institucionalización del fangismo bajo cualquier precio.
Ya hemos indicado que como grupo el fangismo no es compacto. En él destacan en primer los que llamaríamos realistas, que piensan, si bien se cuidan en decirlo en público, que el fangismo como tal tendrá que acabar y están en busca de una nueva síntesis que recoja y reelabore el elemento histórico fundamental del fangismo, que es la tribu. No prescinden de los contactos con eventuales aliados como el radicalismo intransigente y el socialismo totalitario, acentuando la necesidad de una alianza con los sectores más revolucionarios del Ejército. Prefieren mantenerse en una oposición razonable hasta tanto puedan asegurarse la toma del poder.
Otros que opinan que la explotación por el capitalismo desde la caída de la dictadura “maciana” está sustentada materialmente por las Fuerzas Armadas. Para ello plantean como indispensable un ejército popular fang. Curiosamente la base social de los seguidores de esta corriente la forman un sector de la clase media, algunos intelectuales y las masas de algunos distritos.
Hay otro sector de composición muy variable puesto que acostumbran a cambiar con frecuencia sus líderes políticos tanto para mantener su juego pendular como para impedir la formación de nuevos líderes que pudieran hacerles sombra. En la actualidad se inclinan por una variante entre el “Pan-Fangismo” internacional (tendiente ala formación de una alianza fang que abarque Guinea Ecuatorial, el Sur del Camerún, y el N.O. del Gabón), y el realismo revolucionario. Abierta o subterráneamente conspiran con algunos militares y civiles opuestos al Consejo Militar Supremo para forzar una salida electoral. Suponen que en una opción electoral obtendrían un suculento botín.
El programa político en que coinciden los distintos grupos que actúan independientemente unos de otros incluye entre otros puntos: expropiaciones, nacionalización de latifundios y de propiedades extranjeras como paso previo a la instauración de un socialismo propio. Pueden identificarse en esta corriente algunos de los que trabajan a la luz pública y por banderas muy similares.
En el fangismo no sólo hay pasiones y ambiciones puramente materiales, sino que también existe en el movimiento un fervor espiritual, una fe pararreligiosa en la preeminencia y preponderancia de la tribu y en un líder que les hable y les interprete el acontecer social y político al modo fang. Ese fue precisamente el secreto del éxito de la versión del fangismo de Macías y de la lealtad de dicho movimiento hacia su persona, casi resumible en el concepto y demagógica identificación de Guinea Ecuatorial con la tribu fang.
El fangismo emocionalmente es un hecho político, y como tal, su efectividad va a ser relativamente poco duradera; su influjo irá disminuyéndose en los hechos, y ya se dan indicios de que no va a ser más una unidad en el futuro político porque sus intereses e ideales ya no son los mismos. Y si hoy siguen subsistiendo, y sensibilizándose es debido a la presencia de una juventud que se inclina en esa cosa mítica de la unidad de los fangs pensando que los caminos de la democracia están ya bien bloqueados, y ya nada ni nadie les pedirá cuenta de sus excesos tribales, aun cuando los mismos jóvenes están conscientes de la deficiente aptitud dirigente de muchos de los que ocupan cargos en el nivel político y técnico.
Tampoco olvidemos que la vigencia del fangismo en Guinea Ecuatorial desde que Macías y secuaces lo hicieron operante en 1969 hasta el presente obedece también a errores de cálculo que posiblemente pudo haber cometido España en su búsqueda de lo que en aquél entonces parecía ser una salida política más holgada para Guinea.
Es obvio que no se puede prescindir tan fácilmente del fangismo como fenómeno social en la estructuración política de Guinea Ecuatorial. La prueba de su arraigo e impacto en la estrategia tribalista puede notarse en cómo ha llegado a convertirse en un dilema social y político para el régimen militar en el poder: ¿negociar con el resto de los sectores fangistas, o insistir en imponer a todo riesgo su propia versión del fangismo?
El Consejo Militar Supremo que en este momento se considera el portaestandarte del legado tribal quema gran parte de sus energías en mantener un complicado juego de equilibrios internos, alentando alternativamente a uno u otro dirigente de los diferentes sectores fangs para que nadie crezca tanto que pueda comprometer su vigencia.
No obstante, hay unas cuantas incógnitas que aún quedan por despejar: ¿Qué será del movimiento fangista después del régimen militar vigente? ¿Nacerán otros movimientos fangistas después del régimen militar vigente? ¿Nacerán otros movimientos igual o más singulares en que se sumerjan los distintos sectores del fangismo con grupos afines de otras filosofías políticas? ¿En torno a qué ideas se moverán los distintos fangismos en el futuro? ¿Cuáles serán las estrategias de los actuales dirigentes con miras futuristas? ¿Cómo ven el panorama los grupos políticos no fang? ¿No será posible que el reordenamiento político previsible tras la caducidad de la vigencia del régimen militar se produzca antes de ese hecho inevitable? Hay miles de respuestas según los intereses en juego y las posibilidades infinitas de la cambiante política guineana.
Si Guinea Ecuatorial no tiene una salida normal, es fácil que el fangismo estalle en proporciones peores que las actuales, como también pueden estallar otras fuerzas políticas. Reiteramos que el fangismo es un movimiento policlasista y biológicamente heterogéneo. Hay en dicho movimiento gente de las más diversas ideologías. Es una fuerza cuantitativa para elecciones. Pero ello le da gran debilidad, porque esas corrientes ideológicas se neutralizan entre sí. Y ese es precisamente el problema que está confrontando hoy “la tribu”.
En lo que atañe al deseado proceso democrático, incumbe constatar que no todos los fangistas se muestran tan pacíficos ni tan abiertos a una solución política para su movimiento dentro de un sistema de libertades individuales y colectivas, ya que muchos de ellos consideran la inclusión de otras tribus y etnias dentro del juego político de la nación como una claudicación.
Si se da la actualización y promoción de nuevas elites y que se maniobre que el fangismo comparta el juego de la institucionalización con otras tribus y etnias al punto que se convierta en un partido político más de la restauración de la democracia dentro de los límites que la ley conceda a tales organizaciones, sin duda alguna, el movimiento fangista como tal, habría tomado la escalinata de su descenso final. La corrupción, el estímulo del enfrentamiento de unos sectores contra otros, el estímulo a la delación, la compulsión a hacerse fangista, el sistema económico socializante totalitario y la demagogia como características preponderantes de “la tribu”, serían más que suficientes factores para causar el ocaso del movimiento y salvar al país de la perduración de sus efectos nocivos.
Consideramos que hay que elaborar y ofrecer a Guinea Ecuatorial un plan de realizaciones acordes con las posibilidades nacionales y los adelantos del mundo moderno, apoyándose siempre en las ideas básicas de la soberanía política, justicia social y solvencia económica.
Una de las medidas debe ser el establecimiento de la proporcionalidad electoral derogando las disposiciones legales que otorgan el monopolio virtual del poder al grupo mayoritario.
Por eso merece recalcar que la solución del problema de Guinea Ecuatorial consiste en ofrecer algo mejor de lo que se ha intentado hasta ahora. Afortunadamente el tiempo transcurrido ha permitido atenuar muchas pasiones y revisar muchas ideas. Hoy se habla, aunque con variados grados de sinceridad, de la necesidad de una reconciliación nacional. Ya no debe ser un hecho extraordinario la celebración de una mesa redonda en diálogo positivo de todas las tribus, etnias y pueblos que integran la sociedad guineana y que culmine en la elaboración de una Constitución por la que se rija el país; y, reflejando el aporte de todos, constituya el compromiso nacional.
El momento parece ser propicio para la celebración de condiciones que superen el tribalismo como problema social guineano, que es en realidad el quid de sus dificultades políticas y de convivencia.”
Febrero de 1981
enviado por Vilangwa
A título póstumo publicanos un trabajo realizado en febrero de 1981 en EE.UU. por el malogrado Eduardo I. Bodipo Malumba, Doctor en Filosofia e Historia y Catedrático Universitario en College of Marin, (San Rafael)-Calofornia, EE.UU; que, a pesar del tiempo transcurrido mantiene la riqueza de su actualidad porque desde la Independencia de Guinea Ecuatorial en 1968, nunca se han reconocido los derechos históricos de los pueblos que lo configuran (Ndowe, Bubi, Bisió y Annobonés) en sus respectivos territorios soberanos, optando por la invasión en 42 años de gobierno de 2 Presidentes de la etnia Fang:
“ Cuando en Agosto de 1979 las Fuerzas Armadas derrocaron al Presidente Francisco Macías Nguema, hicieron una promesa al pueblo: orientar el caótico e impreciso estado de cosas de la República de Guinea Ecuatorial hacia un desemboque que restablezca la democracia representativa.
Lo que pudiera resultar cabalístico para los desconocedores de la política de Guinea Ecuatorial tenía un sentido clarísimo para los guineanos mismos. Lo prometido no era ni más ni menos que revestir el "maciismo" con un nuevo manto bajo nuevas rúbricas, pero siempre acordes a principios, métodos y enfoques que puedan perpetuar el muy amargo peso del yugo tribal Fang sobre todo el país.
El régimen militar trabaja contra el tiempo. Guinea Ecuator1al está por urgencias e impaciencias que dejan a los gobernantes actuales un muy estrecho campo de maniobra. Su problema más acuciante consiste en ¿cómo crear la prometida salida democrática sin contrariar la aparente determinación de la tribu Fang de impedir el reconocimiento de otros grupos étnicos?, y ¿cómo remediar la participación de los Ndowes, Bubis, Annoboneses y Fernandinos antes de que una violencia in crescendo arrase con todo?
El “fangismo”, en líneas generales concibe la Guinea Ecuatorial como un coto cerrado propio, apareciendo por un lado como revolucionario por su búsqueda de apoyo y potencialización en los sectores populares. Sin embargo, por otro lado, los líderes, conscientes de la tradicional tendencia de su tribu al desorden social, anarquismo político, se ven obligados a optar por un “Estado fuerte” y de estructura dictatorial. En su alianza simbiótica con el ejército, el fangismo se perfila como un movimiento con matices totalitarios. Y de ambos extremos se nutre actualmente el régimen de Guinea Ecuatorial. Se constituye en la única opción reformista o reconstructora dedicada a mantener el orden; y, poniéndose en el vértice, pretende actuar como árbitro entre izquierda y derecha ideológicas, entre el individuo y la comunidad, y entre el pueblo y las Fuerzas Armadas. Tal es la aplicación pragmática de la fórmula en la que se apoya su poder. Con mutaciones constantes que empujan a los sectores de un lado al otro del espectro socio-político, el abanico fangista, simplificado presenta las siguientes variantes:
Como movimiento, el fangismo, representa una realidad política contundente en cuanto a masas y emociones populares. Pero al mismo tiempo es un artificio monstruoso, heterogéneo y confuso que sólo subsiste como unidad en función de la adhesión común a un caudillo que no ofrezca alternativas de reemplazo. Sólo el recuerdo a la lealtad real o ficticia a la tribu frente a otras etnias hace posible la convivencia dentro de una etnia que se ha convertido en movimiento, a grupos ideológicos que van desde un prudente conservadurismo hasta un exaltado extremo de tribalismo que rebasa incluso las últimas líneas de lo rústico.
Está compuesto de aquellos núcleos políticos más carentes de visión política más inclusiva y capacidad formal y pragmática para formular y promover una armoniosa y productiva convivencia nacional entre los pueblos y grupos étnicos de Guinea Ecuatorial. Su estrategia es la institucionalización del fangismo bajo cualquier precio.
Ya hemos indicado que como grupo el fangismo no es compacto. En él destacan en primer los que llamaríamos realistas, que piensan, si bien se cuidan en decirlo en público, que el fangismo como tal tendrá que acabar y están en busca de una nueva síntesis que recoja y reelabore el elemento histórico fundamental del fangismo, que es la tribu. No prescinden de los contactos con eventuales aliados como el radicalismo intransigente y el socialismo totalitario, acentuando la necesidad de una alianza con los sectores más revolucionarios del Ejército. Prefieren mantenerse en una oposición razonable hasta tanto puedan asegurarse la toma del poder.
Otros que opinan que la explotación por el capitalismo desde la caída de la dictadura “maciana” está sustentada materialmente por las Fuerzas Armadas. Para ello plantean como indispensable un ejército popular fang. Curiosamente la base social de los seguidores de esta corriente la forman un sector de la clase media, algunos intelectuales y las masas de algunos distritos.
Hay otro sector de composición muy variable puesto que acostumbran a cambiar con frecuencia sus líderes políticos tanto para mantener su juego pendular como para impedir la formación de nuevos líderes que pudieran hacerles sombra. En la actualidad se inclinan por una variante entre el “Pan-Fangismo” internacional (tendiente ala formación de una alianza fang que abarque Guinea Ecuatorial, el Sur del Camerún, y el N.O. del Gabón), y el realismo revolucionario. Abierta o subterráneamente conspiran con algunos militares y civiles opuestos al Consejo Militar Supremo para forzar una salida electoral. Suponen que en una opción electoral obtendrían un suculento botín.
El programa político en que coinciden los distintos grupos que actúan independientemente unos de otros incluye entre otros puntos: expropiaciones, nacionalización de latifundios y de propiedades extranjeras como paso previo a la instauración de un socialismo propio. Pueden identificarse en esta corriente algunos de los que trabajan a la luz pública y por banderas muy similares.
En el fangismo no sólo hay pasiones y ambiciones puramente materiales, sino que también existe en el movimiento un fervor espiritual, una fe pararreligiosa en la preeminencia y preponderancia de la tribu y en un líder que les hable y les interprete el acontecer social y político al modo fang. Ese fue precisamente el secreto del éxito de la versión del fangismo de Macías y de la lealtad de dicho movimiento hacia su persona, casi resumible en el concepto y demagógica identificación de Guinea Ecuatorial con la tribu fang.
El fangismo emocionalmente es un hecho político, y como tal, su efectividad va a ser relativamente poco duradera; su influjo irá disminuyéndose en los hechos, y ya se dan indicios de que no va a ser más una unidad en el futuro político porque sus intereses e ideales ya no son los mismos. Y si hoy siguen subsistiendo, y sensibilizándose es debido a la presencia de una juventud que se inclina en esa cosa mítica de la unidad de los fangs pensando que los caminos de la democracia están ya bien bloqueados, y ya nada ni nadie les pedirá cuenta de sus excesos tribales, aun cuando los mismos jóvenes están conscientes de la deficiente aptitud dirigente de muchos de los que ocupan cargos en el nivel político y técnico.
Tampoco olvidemos que la vigencia del fangismo en Guinea Ecuatorial desde que Macías y secuaces lo hicieron operante en 1969 hasta el presente obedece también a errores de cálculo que posiblemente pudo haber cometido España en su búsqueda de lo que en aquél entonces parecía ser una salida política más holgada para Guinea.
Es obvio que no se puede prescindir tan fácilmente del fangismo como fenómeno social en la estructuración política de Guinea Ecuatorial. La prueba de su arraigo e impacto en la estrategia tribalista puede notarse en cómo ha llegado a convertirse en un dilema social y político para el régimen militar en el poder: ¿negociar con el resto de los sectores fangistas, o insistir en imponer a todo riesgo su propia versión del fangismo?
El Consejo Militar Supremo que en este momento se considera el portaestandarte del legado tribal quema gran parte de sus energías en mantener un complicado juego de equilibrios internos, alentando alternativamente a uno u otro dirigente de los diferentes sectores fangs para que nadie crezca tanto que pueda comprometer su vigencia.
No obstante, hay unas cuantas incógnitas que aún quedan por despejar: ¿Qué será del movimiento fangista después del régimen militar vigente? ¿Nacerán otros movimientos fangistas después del régimen militar vigente? ¿Nacerán otros movimientos igual o más singulares en que se sumerjan los distintos sectores del fangismo con grupos afines de otras filosofías políticas? ¿En torno a qué ideas se moverán los distintos fangismos en el futuro? ¿Cuáles serán las estrategias de los actuales dirigentes con miras futuristas? ¿Cómo ven el panorama los grupos políticos no fang? ¿No será posible que el reordenamiento político previsible tras la caducidad de la vigencia del régimen militar se produzca antes de ese hecho inevitable? Hay miles de respuestas según los intereses en juego y las posibilidades infinitas de la cambiante política guineana.
Si Guinea Ecuatorial no tiene una salida normal, es fácil que el fangismo estalle en proporciones peores que las actuales, como también pueden estallar otras fuerzas políticas. Reiteramos que el fangismo es un movimiento policlasista y biológicamente heterogéneo. Hay en dicho movimiento gente de las más diversas ideologías. Es una fuerza cuantitativa para elecciones. Pero ello le da gran debilidad, porque esas corrientes ideológicas se neutralizan entre sí. Y ese es precisamente el problema que está confrontando hoy “la tribu”.
En lo que atañe al deseado proceso democrático, incumbe constatar que no todos los fangistas se muestran tan pacíficos ni tan abiertos a una solución política para su movimiento dentro de un sistema de libertades individuales y colectivas, ya que muchos de ellos consideran la inclusión de otras tribus y etnias dentro del juego político de la nación como una claudicación.
Si se da la actualización y promoción de nuevas elites y que se maniobre que el fangismo comparta el juego de la institucionalización con otras tribus y etnias al punto que se convierta en un partido político más de la restauración de la democracia dentro de los límites que la ley conceda a tales organizaciones, sin duda alguna, el movimiento fangista como tal, habría tomado la escalinata de su descenso final. La corrupción, el estímulo del enfrentamiento de unos sectores contra otros, el estímulo a la delación, la compulsión a hacerse fangista, el sistema económico socializante totalitario y la demagogia como características preponderantes de “la tribu”, serían más que suficientes factores para causar el ocaso del movimiento y salvar al país de la perduración de sus efectos nocivos.
Consideramos que hay que elaborar y ofrecer a Guinea Ecuatorial un plan de realizaciones acordes con las posibilidades nacionales y los adelantos del mundo moderno, apoyándose siempre en las ideas básicas de la soberanía política, justicia social y solvencia económica.
Una de las medidas debe ser el establecimiento de la proporcionalidad electoral derogando las disposiciones legales que otorgan el monopolio virtual del poder al grupo mayoritario.
Por eso merece recalcar que la solución del problema de Guinea Ecuatorial consiste en ofrecer algo mejor de lo que se ha intentado hasta ahora. Afortunadamente el tiempo transcurrido ha permitido atenuar muchas pasiones y revisar muchas ideas. Hoy se habla, aunque con variados grados de sinceridad, de la necesidad de una reconciliación nacional. Ya no debe ser un hecho extraordinario la celebración de una mesa redonda en diálogo positivo de todas las tribus, etnias y pueblos que integran la sociedad guineana y que culmine en la elaboración de una Constitución por la que se rija el país; y, reflejando el aporte de todos, constituya el compromiso nacional.
El momento parece ser propicio para la celebración de condiciones que superen el tribalismo como problema social guineano, que es en realidad el quid de sus dificultades políticas y de convivencia.”
Febrero de 1981
enviado por Vilangwa