Carlos Echeverría
jueves, 29 de diciembre de 2011
El año 2011, que ahora termina, ha sido especialmente convulso para África, y en mi aproximación por subregiones veremos cómo la cornisa septentrional ha sido escenario de revueltas - con la defenestración de tres jefes de Estado -; el África Occidental ha tenido como epicentros el derrocamiento de Laurent Gbagbo en Costa de Marfil y el incremento exponencial del terrorismo yihadista en Nigeria; en África Oriental el estado fallido somalí termina 2011 con la presencia de tropas keniatas y etíopes en su suelo y Sudán ha perdido su región meridional que nacía a la independencia en julio como Sudán del Sur; y en África Central y Meridional las elecciones presidenciales en la República Democrática del Congo, con la renovación del mandato de Joseph Kabila, permiten perpetuar un statu quo que no garantiza necesariamente estabilidad en lo que fue el escenario de la Primera Guerra Mundial africana, entre 1998 y 2003.
Las revueltas árabes, aún en curso, se iniciaron en escenarios norteafricanos - Sáhara Occidental (noviembre de 2010), Túnez (diciembre de 2010), Egipto (enero de 2011) y Libia (febrero de 2011) - y han llevado, hasta ahora y en lo que al continente africano respecta, a Zine El Abidine Ben Alí y a Hosni Mubarak a perder el poder y a Muamar El Gadafi a perder el poder y la vida. Los procesos abiertos en dichos escenarios han conducido a que a diciembre de 2011 y tras vicisitudes diversas - políticas en Túnez y Egipto y bélicas (guerra civil e intervención militar extranjera) y políticas en Libia - hoy tengamos un mapa muy transformado en lo que a la seguridad respecta: los islamistas ganan comicios en Túnez y en Egipto, el Consejo Nacional de Transición creado en Libia para enfrentarse a Gadafi - y con una importante presencia islamista en su seno - gobierna hoy en Trípoli, y los otros dos regímenes norteafricanos (Argelia y Marruecos) han mantenido la estabilidad pero acometiendo reformas políticas y sociales para evitar caer en la espiral. Por otro lado, el incremento de la inestabilidad ha favorecido a la amenaza terrorista transfronteriza que Al Qaeda en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) representa desde hace años, nutrida con armas extraviadas en el contexto de las susodichas revueltas y de la guerra civil libia y que termina el año con trece rehenes extranjeros en su poder.
Cada vez más conectada al escenario de inestabilidad del Magreb y del Sahel está África Occidental, subregión donde tráficos ilícitos de todo tipo y el terrorismo amenazan, con mayor o menor intensidad, la seguridad de todos sus países. Central es el caso de Nigeria, el país más poblado de África, donde el cada vez más ambicioso terrorismo yihadista salafista de Boko Haram - interconectado en términos operativos y propagandísticos con AQMI - ha sido especialmente virulento en los últimos doce meses. Ensangrentó el proceso electoral que afianzó en la Presidencia al cristiano Goodluck Jonathan, cometió atentados suicidas en Abuja, la capital del país - contra el Cuartel General de la ONU y de la Policía Federal -, y ha terminado el año atacando de forma sincronizada iglesias católicas en el día de Navidad provocando una cuarentena de muertos. Otro escenario de inseguridad endémica en la subregión, Costa de Marfil, ha vivido en 2011 el derrocamiento armado, en la primavera, del Presidente Laurent Gbagbo - procesado actualmente por la Corte Penal Internacional (CPI) - y la consolidación en la Presidencia de su tradicional oponente, Alassane Ouattara, quien el 16 de diciembre era confirmado como vencedor de las elecciones. También en África Occidental otro proceso electoral, el celebrado el 11 de octubre en Liberia, confirmaba en la Presidencia para un segundo mandato a Ellen Johnson Sirleaf, la primera mujer jefe de Estado en África, en el mismo año en que su predecesor Charles Taylor era también procesado por la CPI y ella recibía el Premio Nobel de la Paz.
En África Oriental destaco dos escenarios: Somalia y Sudán. El primero sigue sufriendo el proceso de deterioro que la comunidad internacional trata de frenar, destacándose no sólo la lucha contra la piratería - en la que la UE mantiene activada la "Operación Atalanta" - sino también el intento de reforzar al vulnerable Gobierno Federal de Transición (GFT) por parte de la Unión Africana y de la UE. España ha tenido y tiene un gran protagonismo tanto en la primera como en el segundo, este último a través del entrenamiento de las fuerzas de seguridad del GFT en la misión EUTM-Somalia. El gran enemigo del proceso es Al Shabab, antena de Al Qaeda en la zona, cuya capacidad desestabilizadora rebasa fronteras y ha provocado la intervención militar keniata y etíope en suelo somalí este año. En Sudán, el referéndum previsto en los Acuerdos de Paz de 2005 llevaba este año al Sudán del Sur a nacer a la independencia el 9 de julio, pero tres regiones deben ver aún definido su estatuto final y el gobierno de Jartum sigue utilizando la fuerza en la zona. Por otro lado, en Darfur la violencia perdura y la eliminación por el régimen sudanés del cabecilla rebelde Jalil Ibrahim, el 24 de diciembre, permite prever una intensificación de los combates.
África Central y Meridional han destacado sobre todo por la evolución interna del escenario catalizador de los grandes desarrollos en ambas subregiones: la República Democrática del Congo. Su Presidente, Joseph Kabila, ha seguido concentrando este año sus esfuerzos en lograr sus dos grandes objetivos: renovar su mandato presidencial desde que en 2006 accediera por las urnas a la Jefatura del Estado y seguir reduciendo la presencia de las fuerzas de la ONU en su territorio, testigos molestos de la inseguridad endémica que en él reina. Las elecciones del 28 de noviembre le han garantizado el primero, confirmándose oficialmente su victoria el 16 de diciembre con el 48,95% de los votos. También las urnas han servido este año para consolidar, en el referéndum de aprobación de la reforma constitucional en Guinea Ecuatorial celebrado el 13 de noviembre, los poderes presidenciales de Teodoro Obiang Nguema. La República Democrática del Congo, Guinea Ecuatorial, Angola o Zimbabwe - donde el Proceso de Kimberley que desde la ONU vigila las condiciones en las que se extraen y se comercian los diamantes acaba de dar luz verde al polémico Presidente Robert Mugabe - traen a colación la importancia de los recursos en términos de presente y de futuro. Sean diamantes (Zimbabwe, Angola o la RDC), petróleo (Guinea Ecuatorial o Angola) o simplemente tierras adquiridas para cultivarlas y exportar lo cosechado a China, India, países del Golfo o de Occidente (Mozambique, Zambia, Zimbabwe o Madagascar) los recursos naturales vuelven a estar, y particularmente en África Austral, en el epicentro de las políticas de seguridad.
Fuente: Ateneadigital.es